The government of the people, by the people, for the peopleSi tuviéramos que escoger una frase representativa de Abraham Lincoln, el decimosexto presidente de los Estados Unidos, probablemente sería la que pronunció en su famoso discurso de Gettysburg, durante la Guerra de Secesión. No es de extrañar, pues, que Steven Spielberg la utilice en la primera y magistral escena de su nueva película, Lincoln, drama histórico sobre los últimos meses de vida de uno de los héroes del país norteamericano. En esta secuencia introductoria, la frase se nos presenta no en boca de Lincoln, sino a través de un caporal negro del ejército unionista que, con pasión en su voz, le repite al presidente sus propias palabras para reivindicar la igualdad entre blancos y negros. A parte de la composición de la escena, la fotografía de Janusz Kaminski y el hecho de escuchar a Daniel Day-Lewis por primera vez —siempre que sea en versión original, claro—, este momento sirve de punto de partida a un film que derrocha épica Spielberg en cada plano. Un clásico moderno e histórico que es, sin duda alguna, uno de los mejores estrenos del mes y del año.
Dos hechos que, por otra parte, llevan la palabra “norteamericana” escrita en primera página. ¿Y por qué no iba a ser así? Estamos hablando de la base política de los Estados Unidos, del origen de sus diferencias internas, eso es, la contraposición entre un norte abolicionista y un sur esclavista, más que la lucha dialogística entre demócratas y republicanos —divertido ver, sin embargo, cómo los papeles entre ambos partidos parecen haberse invertido desde el siglo XIX hasta hoy—. Así pues, en el momento en que damos por sentado que la película es “americana” y olvidamos el prejuicioso martilleo en la cabeza que acostumbra a provocar esta palabra, ya sólo queda disfrutar de las excelencias del guión de Tony Kushner —¡qué diálogos!— y la narración de Spielberg, que con ayuda del montajeconsiguen juntar con maestría discusiones políticas —la escena de la votación, la mejor de la película, sería un fantástico ejemplo—, historia y emoción con las luces y sombras de un presidente que tuvo que escoger entre parar el baño de sangre de la guerra o hacer un paso adelante hacia la igualdad entre negros y blancos.
Por último, no podemos olvidar que no hay película de Spielberg que no destaque por su técnica y arte cinematográfico. Los claroscuros de Kaminski, una vez más, congenian a la perfección con la cámara de Spielberg —atención a la escena de la visita al campo de batalla, perfecta en todos los sentidos—, mientras que el toque final, como siempre, lo pone el rey John Williams con su música. La banda sonora de Lincoln, la segunda mejor de las nominadas este año —la primera siendo Argo— nos deleita con un piano exquisito y una épica corneta al más puro estilo estadounidense. Quizás sea esa la razón por la que, entre debates aquí y allá, en el Congreso y en la Casa Blanca, en más de una ocasión parezca que esté a punto de sonar el famoso tema de El ala oeste de la Casa Blanca, reina en ficción de la política norteamericana.
Lo mejor: Daniel Day-Lewis, por supuesto, la dirección de Spielberg, el montaje y todos los aspectos artísticos, empezando por John Williams.
Lo peor: la peluca de Tommy Lee Jones y de algunos de los otros congresistas de la Cámara de Representantes.
Nota: 9
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