Pero para actuación memorable –cuentan las crónicas–, la de Estrella Morente en el London Flamenco Festival 2011. Era la primera vez que subía a un escenario desde que enterró a su padre. La primera vez que cantaba en público después de despedirle con ese llanto jondo emocionado en su querida Granada. La primera vez que conjuraba los fantasmas de la ausencia con la espina de su padre clavada en el alma rota. La primera vez. Y comenzó el recital como lo habría hecho su padre. Con ese coro en un medio redondel. Ese ruedo en miniatura donde la bravura es la capacidad de pegarle un trincherazo por soleares al tormento de un recuerdo que acecha y duele. Y Estrella tiró de casta para dejar a los londinenses ateridos de ese frío que provoca la belleza. Y templó su corazón con el fuego de una voz hecha para rasgar fantasmas y triturar la eternidad en cachitos de compás.
Mientras escribo estas líneas me acuerdo de Inma Vera, amiga en la distancia, flamenca de pro. Me paso por su nuevo blog y me entran los siete males. Tanto volante, tanto lunar, tanta silueta de guitarra, tanta flor, tanta prestancia. Sí, es SIMOF. Bueno, ha sido. Y también me lo he perdido, claro está. Me he perdido la sensualidad de una Vicky Martín Berrocal que ha redescubierto los tonos tierra para convertirlos en un nuevo básico de elegancia.
Me he perdido la algarabía de Carmen Rodríguez, que coloca este vestido como el más votado en el nuevo fashion blog del Diario de Sevilla (de donde tomo prestadas las fotos).
Me he perdido esta versión flamenca de mi idolatrada Audrey, reinterpretada por Cañavate.
Y me he perdido las flamencas marineras de Antonio Jiménez, premio al Mejor Diseñador Novel.
Siempre me quedará Youtube.