La actividad teórica es para Aristóteles la mejor de todas las vidas posibles para el hombre libre y más aún si se orienta a investigar lo que las cosas son en tanto que, simplemente, son (metá ta physika). Sólo hay ciencia teórica de aquello que pertenece a un género determinado de cosas, pues es susceptible de definición y esta dice lo que la cosa es en cuestión, o sea, dice su esencia. Pero no hay necesidad para Aristóteles de considerar a esas esencias como separadas de las realidades materiales y sensibles. Por tanto, para que algo esté definido bastará conidentificar el género al que pertenece la cosa de la que se trata y señalar, dentro de ese género, cuál es la diferencia específica que distingue a esa cosa de todas las demás especies de su mismo género.
Esta pluralidad irreductible de los géneros es responsable de la sentencia que frecuentemente encontramos en Aristóteles: “'Ser' se dice de muchas maneras” lo cual hemos de interpretarlo en el contexto de que el decir es siempre decir algo de algo. Los estudios de lógica y lenguaje de Aristóteles están encaminados instrumentalmente a buscar las esencias en forma expresable mediante conceptos. De ahí que estos estudios se hayan recogido bajo el nombre común de Órganon (Instrumento) El segundo “algo”, cuando no puede predicarse, a su vez, de otro “algo”, es la sustancia (en Lengua diríamos “el sustantivo”) Con respecto a la sustancia el resto de las categorías son accidentes, pues sólo pueden decirse de una sustancia.
La sustancia es un compuesto inseparable de forma y materia. La esencia de cualquier cosa no es la Forma modélica ideal platónica porque para existir necesita materializarse: la materia tiene una forma y ambos son la sustancia. No puede haber materia sin forma y viceversa. La materia es lo que particulariza o individualiza. La esencia es la forma sustancial, es decir, aquellos aspectos formales sin los cuales no cabría que un ser fuese lo que es. La forma en su aspecto dinámico es acto, y la materia, potencia. Las cosas físicas son susceptible de cambio, y a ese poder cambiar es a lo que llamamos potencia. El cambio es el paso al acto de una de esas potencias. Es pues propio de todas las sustancias físicas el poder cambiar, es decir, el no tener plena y completa posesión de su ser, el tener que “cambiar/moverse” para alcanzar su finalidad y/o ocupar el lugar natural que le corresponde. Así pues, Aristóteles estudia cuál es la esencia de los seres, haciendo descender la Idea platónica a las cosas misas en tanto que forma sustancial de las mismas o esencia. Según su Física (estudio de la Naturaleza en general o Natura naturans) en el mundo sublunar esa esencia es naturaleza específica (natura naturata) de esta o aquella sustancia (no la Naturaleza en sentido general, como un todo); cuando la sustancia cambia en su naturaleza lo hace sustancialmente y pasa a ser otra cosa (de viviente a cadáver, por ejemplo) algo que en el mundo supralunar no puede suceder pero, a diferencia de Platón, no le resta grado de realidad a lo seres del mundo sublunar pues ambos mundos, incluido Dios, en “lo alto” del mundo supralunar, son inmanentes (en comparación con la trascendencia del mundo de las Ideas de Platón)
Así Aristóteles distingue cuatro causas: formal, material, eficiente (por contacto) y final (la tendencia de un ser a ocupar su lugar natural). Aristóteles formula el principio general de causalidad (“Todo principio tiene una causa”) y nos recuerda que no es posible una regresión indefinida desde los móviles a sus motores, pues de lo contrario nunca habría un primer motor, y por tanto, no habría llegado a haber movimiento. Ahora bien, para ser verdaderamente primero, este primer motor ha de ser inmóvil y no puede producir un movimiento que lo agotaría (es decir, no puede ser causa eficiente del movimiento de los seres); el motor inmóvil y plenamente actual tiene que ser forma pura sin materia. Y a esto es a lo que Aristóteles llama Dios. No provoca el movimiento sino que lo suscita (como el amado en el amante incluso aunque aquel no lo conozca) Dios no es creador del mundo, es eterno y el mundo también lo es. Su única actividad es el pensamiento de Sí Mismo.
El estudio de la naturaleza de los seres tiene su lógica continuación en el estudio de la naturaleza humana, es decir, de la ética y la política. La naturaleza humana es el "logos" que se hace patente en su entendimiento, su inteligencia. No es la voluntad ni la memoria sino el “logos” lo que diferencia específicamente lo humano de lo que no lo es. Es por esto que el fundamento del orden moral y político pasará por el desarrollo de su inteligencia. Pero Aristóteles distingue entre la inteligencia teórica y práctica. El desarrollo de la primera a través de la sabiduría es la más noble por ser la más propia de un ser autosuficiente y nos asemeja más a Dios pero, obviamente, no todos los hombres libres (los auténticamente humanos) pueden ni quieren dedicarse a este quehacer; no obstante deberán, para encontrar la Felicidad, optar por el camino de ejercitar la inteligencia práctica, traducida or "prudencia" y por la cual se capta el término medio que nos conduce a la virtud que es un hábito resultante de las decisiones libres bien orientadas. Aristóteles es capaz de definir en su Ética a Nicómaco aquello que Platón buscó en Menón, sin econtrarlo: la definición esencial de la virtud como término medio no matemático sino respecto a la circunstancia (lo que capta la prudencia) entre un vicio por exceso y otro por defecto. [Es interesante comprobar cómo la abstinencia, el ayuno, etc., serían hábitos tan viciosos como sus corrrespondientes excesos. Y una consecuencia demoledora y esclarecedora de su pensamiento es que si bien quien es inteligente no ha de ser necesariamente bueno el que es bueno es, necesariamente, inteligente (al menos en lo que concierne a la inteligencia práctica)]En cuanto a la virtud, Aristóteles procede a determinarla como el género de las cosas al que pertenece la virtud. Se dice de la virtud que es una afección del alma. Ahora bien, en el alma encontramos al menos las tres clases de afecciones: sería inadecuado considerar la virtud como una facultad, puesto que a nadie se le llama bueno o malo por tener una facultad o carecer de ella. Igualmente, sería erróneo considerarla una pasión, pues nadie es virtuoso ni vicioso por sentir tales o cuales pasiones. Por tanto la virtud sólo puede ser un hábito. En los hombres la bondad o la maldad tiene que darse una vez tras otra y sólo puede entrar en su carácter convirtiéndose en un hábito. De modo que a diferencia de lo que Platón expone en Menón y en República, la virtud si bien no es fácil de enseñar sí se puede adquirir mediante autodisciplina. En concreto la virtud es para Aristóteles el hábito de elegir el término medio de acuerdo con la razón (logos), no es bueno, por ejemplo, quien se enfada ni quien no se enfada, sino quien se enfada en la medida en que ha de hacerlo, cuando procede. Aristóteles se interesa por la parte racional del alma, especialmente las virtudes intelectuales que apuntan al conocimiento de la verdad. La importancia que Aristóteles concede a la superioridad de la vida teórica no pude hacernos olvidar que se trata sólo de una imitación del Dios. Para Aristóteles, la práctica de la virtud debe conducir a la felicidad, como un fin en sí mismo. La felicidad reside en la realización de sí mismo mediante la virtud teórica contemplativa y/o las virtudes prácticas, con los demás. El hombre que es libre para conducir su vida y que valora tanto como la justicia y la verdad, la amistad y la libertad, sólo puede ganarlas habitando entre ellos políticamente.
Aristóteles señala que la virtud no contemplativa -una vez solventadas las necesidades primarias en el orden de lo que Aristóteles denomina el hogar, el ámbito de lo económico ("oikós")- sólo es posible en el seno de la polis, donde los hombres ya tienen suficiente para sobrevivir y pueden empezar a decidir libremente sobre el género de vida que quieren vivir. De hecho no son los humanos los que fundan la polis sino que no se es auténticamente humano si no se vive en la polis (El estado es anterior al humano y no resultado de un pacto o contrato social) Este umbral, el de la buena vida, señala lo que Aristóteles entiende por política. En su obra Política indica el sentido en el cual la ciudad es superior a las familias y anterior en jerarquía. La prueba que presenta Aristóteles de ello es la distinción entre hombres y animales: los animales tienen voz, es decir, pueden comunicar los unos a los otros sus sentimientos de dolor y placer, pues además del alma vegetativa propia de las plantas poseen también un alma sensitiva o sensible. Pero sólo los hombres tienen palabra (logos) para discurrir acerca de los justo y de lo injusto, de lo bueno y de lo malo, de lo conveniente y lo inconveniente. Y una vez más aparece el término medio y el realismo empírico en Aristóteles: no hay estado ideal sino que el orden político ha de ajustarse al carácter y condiciones históricas de los pueblos siendo las formas virtuosas aquellas que sirven a mantener un predominio de la clase media (el término medio político, capaz de contener el populismo de las clases bajas y la ambición de las altas) y una cierta distribución de las funciones y la riqueza, sirviendo al bien común. Serían la monarquía, la aristocracia y la democracia las cuales, cuando son puestas al servicio del enriquecimiento de los gobernantes y en detrimento de la clase media, degeneran en la tiranía, la oligarquía económico-política y el gobierno de los demagogos, respectivamente. Evitar estas degeneraciones y fomentar la vida virtuosa es la tarea de la Política, de modo que ética y política son, para Aristóteles, inseparables. La separación en Historia de la Filosofía entre ambas disciplinas no se dará hasta los inicios de la Modernidad, en el Renacimiento, con Maquiavelo.
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El blogger agradece a Bárbara G. R., antigua alumna, su colaboración en el contenido de esta entrada.