Lisboa es para mí un reducto de amistad. Tres días para ser yo misma. Horas de luz y de viento. Luz para romper una penumbra que se empeña en anidar donde no debe. Viento para llevarse lo que no toca. Aunque despeine.
Lisboa es el otoño de la treintena. Caen las hojas, sí, pero es condición indispensable para que vuelva a nacer la vida.