Lisboa, ciudad de la luz

Por Chama

Este viaje lo hicimos sin niños, había mucho que ver y poco tiempo para hacerlo, solo teníamos dos días para visitar Lisboa. Una de las ciudades que más visitantes españoles atrae, y es que dada su cercanía y gracias a sus precios debería ser una escapada obligatoria para todo español que quiera conocer nuestro país vecino. La ciudad de Lisboa es extremadamente agradable y acogedora. Nuestro hotel  tenia una parada de autobús justo en frente que nos comunicaba con el centro en pocos minutos. Al poco rato estuvimos en la Plaza del Comercio, cruzamos por el Arco Triunfal y entramos en La Rua Augusta, la calle principal de la baixa o parte baja de la ciudad. El suelo de esta calle peatonal tiene un diseño en cuadriculas, obra de restauración por el Marquéz de Pombal.

Recorrimos la via hasta que llegamos a la Plaza del Rossio, uno de los principales puntos de encuentro de Lisboa y una de las plazas más populares de la ciudad. Desde allí -cuenta con estación de metro propia de la línea verde- se puede llegar fácilmente a la Baixa, al Chiado y al Barrio Alto, a la colina donde está situado el Castelo de Sao Jorge y a la popular calle de Portas de Santo Antao, con sus restaurantes y terrazas turísticos.

Seguimos paseando por la Baixa y llegamos al Elevador de Santa Justa, una de las formas más rápidas de llegar de La Baixa al Barrio Alto. Tiene 45 metros de altura de hierro forjado y su estructura nos recuerda a la torre Eiffel, fue construido por Raoul Mesnier de Ponsard, seguidor del arquitecto francés Eiffel.

Subimos por el elevador que nos llevaba a la zona del Chiado y Barrio Alto. Nada mas salir del elevador vimos, las ruinas del Convento do Carmo, convertido hoy en Museo Arqueológico. El Chiado fue una de las zonas más elegantes y aristocráticas de la ciudad de Lisboa. Con el paso de los años, la clase alta de la ciudad lo ha ido abandonando como lugar de residencia, pero sigue conservando aquel ambiente de cafés y librerías que lo relaciona desde siempre con la intelectualidad de Lisboa. Precisamente, justo al llegar a la Plaza de Luis de Camoes, nos  encontramos con una estatua del poeta Fernando Pessoa junto al café A Brasileira, probablemente el más típico y conocido de la ciudad.

Aquí fue donde decidimos coger nuestro primer tranvia y volver al hotel para arreglarnos para la noche. Teníamos intención de salir por el barrio Alto a cenar y ver los ambientes nocturnos del lugar.

Una vez duchados y arreglados cogimos el metro y nos fuimos directamente al Barrio Alto. Entramos en un sitio que ademas de la cena, estaba amenizada por un grupo de fado. Así mientras cenábamos bacalhau com natas ( buenísimo bacalao con nata al horno) estuvimos escuchando unas canciones de fado.

Para bajar la cena paseamos por la zona, llena de calles estrechas, abarrotadas de pequeños bares y restaurantes, uno de los lugares más típicos para las primeras horas de la noche de los jóvenes lisboetas, por allí compraban la bebida en los pequeños bares y se la tomaban tranquilamente en la calle con sus amigos. Entramos en varios sitios que estaban abarrotados. Así no era de extrañar que la gente optara por estar en la calle, a las puertas de los bares tomando el fresco con una bebida en la mano.

Al día siguiente, temprano, nos montamos en el tranvía 15 y nos fuimos al barrio de Belem. Situada junto al río Tajo, a pocos kilómetros ya de su desembocadura, en el extremo oeste de Lisboa. En ella se encuentran, a una distancia de pocos metros entre sí, tres de los monumentos de Lisboa más populares: La Torre de Belém, el Monasterio de los Jerónimos y el Monumento a los Descubridores. 

Pero nuestra primera parada no era ninguno de esos monumentos. En el desayuno nos habíamos dejado un hueco porque íbamos a visitar y probar los dulces mas buenos de toda Lisboa, la popular fábrica de los Pasteles de Belém, una referencia de la repostería portuguesa y uno de los recuerdos más típicos que pudimos llevarnos de la ciudad.

Ahora si, ya estábamos preparados para ver los demás monumentos de la zona. El primero que visitamos fue la Torre de Belem, una pequeña torre-fortaleza relativamente pequeña que, según qué punto de vista, la Torre parece flotar en el agua, y de hecho se accede a ella a través de una pasarela, como si estuviéramos en un embarcadero. Se usada para inspeccionar los barcos que entraban a la ciudad de Lisboa. Esta torre fue construida siguiendo el estilo Manuelino, donde se recargaba mucho toda la decoración, siendo hoy en día uno de los lugares más bonitos y visitados de Lisboa.
Pudimos visitar todo el interior, y subir hasta el último piso, desde donde obtuvimos algunas de las vistas más bonitas de la bahía del río Tajo.

Desde aquí pudimos ver unas bonitas vista del su famoso puente, replica de su hermano mayor de San Francisco. El Puente Vasco da Gama es el puente más largo de Europa. Tiene 17,2 kilómetros de largo y fue construido con motivo de la Exposición Universal de 1998. La longitud del puente hace que en días nubosos sea imposible ver el otro lado.

Justo un poco mas arriba llegamos al Monumento a los Descubridores, de 52 metros de altura erigido en 1960 para conmemorar el quinientos aniversario de uno de los grandes descubridores de Portugal, el infante Henrique el Navegante, descubridor de Madeira, Las Azores y Cabo Verde.
El Monumento a los Descubrimientos contiene un grupo escultórico con forma de punta de carabela sobre el que el Infante abre camino a numerosos personajes que tuvieron que ver con los grandes descubrimientos de la historia de Portugal.

Un detalle bonito es un  mosaico de mármol al pie del monumento que representa una rosa de los vientos en cuyo centro se encuentra un mapamundi. La Rosa de los Vientos mide 50 metros de diámetro y fue diseñada por Cristino da Silva. Supuso un regalo de la República de Sudáfrica.

Nos faltaba uno y quedaba justo en frente, el Monasterio de los Jerónimos (Mosteiro dos Jerónimos). Declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1983, constituye unos de los principales ejemplos de la arquitectura manuelina en Portugal y un homenaje a la época dorada de los descubrimientos, pues Manuel I ordenó su construcción para conmemorar el regreso de la India de Vasco de Gama (de hecho, las obras se financiaron con los impuestos procedentes de las colonias). Su nombre se debe a que en sus primeros años fue residencia de los monjes de la Orden de San Jerónimo, aunque desde el siglo XIX, con la llegada del gobierno liberal y el desmantelamiento de las órdenes religiosas, es patrimonio del Estado. 

En el Monasterio de los Jerónimos pudimos encontrar las tumbas de varios monarcas portugueses, como Manuel I y su familia, Sebastián I, Catalina de Austria o Enrique I, además de las de otros personajes ilustres como Vasco de Gama y los poetas Luís de Camões y Fernando Pessoa.

Haga click para ver el pase de diapositivas.

Ya por la tarde regresamos al centro de Lisboa para visitar el castillo. El Castillo de San Jorge (Castelo de São Jorge) es una de los monumentos más conocidos de Lisboa. Su imagen sobresale en la cima de la colina de San Jorge, la más alta de Lisboa y donde se encuentran los barrios CasteloLa Alfama. Desde lo alto de la fortaleza conseguimos las mejores vistas desde el lado este de Lisboa.

Recorrimos el castillo y nos agrado una pequeña feria medieval que se había instalado en el interior de sus murallas. Después de tomar algo en la feria decidimos bajar andando por las famosas callejuelas del barrio de la Alfama. Donde pudimos disfrutar del mirador de Santa Luzia con su cubierta de buganvillas y las paredes de azulejos desconchados.

Mirador Santa Luzia

Al final llegamos a la catedral. La Sé, así se le denominaes uno de los pocos monumentos supervivientes a los sucesivos terremotos e incendios que han asolado la ciudad. Su construcción comenzó a mediados del siglo XII, cuando Alfonso Henríquez y el primer obispo de Lisboa, Gilbert de Hastings, decidieron levantarla sobre una antigua mezquita tras reconquistar la ciudad a los musulmanes durante la Segunda Cruzada.

Aprovechamos que se hacia de noche para coger el tranvía 28, toda una institución en Lisboa, un tranvía de madera que nos traslada a otra época cuya campana no para de repiquetear para alertar a los peatones despistados que ocupan las angostas calles por las que transcurre….