El programa iba a resultar muy denso, con momentos álgidos y otros tenebrosos, algo muy propio de Liszt y perfectamente explicado en las notas al programa de otro maestro del piano como el catedrático gijonés Francisco Jaime Pantín, desde ese Steinway perfectamente ajustado para lo que se le venía encima, pues nos "enfrentaríamos" a páginas conocidas frente a otras menos escuchadas pero no por ello dignas de admiración porque requieren un esfuerzo enorme para intérprete y público.
Comenzamos con las seis breves Consolaciones, S.172 compuestas en mi recordado Weimar, íntimas, melancólicas, bien atacadas y destacando la conocida tercera Lento placido con aires chopinianos.
A continuación y perteneciente a los "Años de peregrinaje" la cuarta pieza de la colección, también muy conocida, Los juegos de agua de la Villa d´Este, S.163, predecesora del lenguaje impresionista de un Ravel que Thibaudet domina con maestría, y así lo hizo desde un virtuosismo al que tal vez sobró algo de pedal y le faltó lirismo, pero que no impidió una versión de la más pura escuela pianística francesa (siempre de agradecer ante el poderío asiático que nos invade). Y para cerrar la primera parte nada menos que las Leyendas, S.175, trinos y cromatismos de una pureza sonora para San Francisco de Asís: La predicación a los pájaros, y el "arsenal lisztiano" (que escribe Pantín) para San Francisco de Paula caminando sobre las olas, un despliegue virtuosístico al que le sobró efectismo sin perder nunca la elegancia y sobriedad que son etiquetas del pianista francés algo menos romántico de lo esperado.
Y para seguir el "Año de peregrinaje", esta vez el suplemento del segundo y la última de las tres piezas que lo componen, la Tarantella de "Venecia y Nápoles", S.159, auténtica traca final para una sesión maratoniana, exigente y no todo lo agradecida que muchos esperaban, pero realmente sin perder nunca la elegancia, la sonoridad, la melodía subyacente y toda la vitalidad escondida desde una velocidad límite en las obras de Liszt.