Literatura para un Día de Difuntos

Publicado el 28 octubre 2016 por Juancarlos53
En la cultura tradicional cristiana el día 1 de noviembre se celebra a “Todos los Santos”, o sea, a todos aquellos que no han tenido cabida en el calendario anual. Y el 2 del mismo mes, Día de los Fieles Difuntos o Día de los Muertos, se recuerda y se reza por todos aquellos seres humanos que ya finalizaron su vida entre nosotros. Es evidente que en la mente popular se produce una simbiosis entre ambas advocaciones, por lo que el recuerdo de los Santos –también todos ellos fallecidos, cierto es- se mezcla con el de los Muertos en general. 
La literatura ha tratado repetidamente el tema de la relación vivos-muertos, siempre con cierta prevención por los poderes intangibles que estos últimos se entiende que tienen al estar ya libres de las angustias y miserias humanas y, sin embargo, seguir influyendo en la vida de los vivos a través de su recuerdo. Centrándonos en la literatura española es la obra de teatro “Don Juan Tenorio” del vallisoletano José Zorrilla (versión romántica de la barroca “El burlador de Sevilla” de Tirso de Molina) la que más relación tiene con estas festividades al incluirse en cierto sentido dentro de la acción teatral (muertes del Comendador, muerte de don Luis Mejía, muerte de Dª Inés) la tradición popular de visitar los cementerios en estas jornadas. Por ello, también por costumbre, esta obra se representa, desde el año de su estreno (1844) durante estas festividades de noviembre.En ambos dramas un descreído vividor, Don Juan Tenorio, aceptará el envite del espíritu del padre de Dª Inés de devolverle la visita que éste le ha hecho la noche de Difuntos. Así pues se presentará esa noche en la casa del Comendador llamando con fuerza a su puerta, que no es otra que la lápida de su sepultura en el Cementerio. Allí se manifestará también el espíritu de Dª Inés por la que don Juan sintió verdadero amor. Por don Gonzalo de Ulloa don Juan conocerá que hay vida más allá de la muerte: 
¿Conque hay otra vida más / y otro mundo que el de aquí? / ¿Conque es verdad, ¡ay de mi!, lo que no creí jamás?
Los dos autores –Zorrilla y Tirso- solucionan el conflicto de distinto modo. Mientras en “El burlador de Sevilla” Don Juan no puede liberarse de la fría mano que le tiende D. Gonzalo y que le conducirá a los infiernos sin tiempo para arrepentirse de sus pecados:
Don Juan, del comendador / haciendo burla una tarde, / después de haberle quitado / las dos prendas que más valen, / tirando al bulto de piedra / a barba por ultrajarle, / a cenar le convidó. / Nunca fuera a convidarle! / Fue el bulto, y le convidó / y agora, porque no os canse, / acabando de cenar / entre mil presagios graves / de la mano le tomó / y le aprieta hasta quitalle / la vida, diciendo "Dios / me manda que así te mate, / castigando tus delitos. / Quién tal hace, que tal pague!"
en la de obra de Zorrilla el Tenorio evitará ser conducido a los infiernos por la mano del Comendador al ser la de Dª Inés la que lo aferre firme:
¡No! Heme ya aquí, / don Juan: mi mano asegura / esta mano que a la altura / tendió tu contrito afán, / y Dios perdona a don Juan / al pie de la sepultura.”  
Mientras que Zorrilla todo lo fía al amor, y gracias a él don Juan Tenorio se salvará, otro autor romántico de ideología más liberal y menos tradicionalista, José de Espronceda, en su poema narrativo “El estudiante de Salamanca” presenta también acción semejante entre don Félix de Montemar y Dª Elvira, muerta ésta por la desilusión sufrida ante la incumplida promesa de amor eterno por parte del estudiante. En este poema de Espronceda también el insolente y descreído Montemar (“Segundo don Juan Tenorio”) habrá de pagar las consecuencias de sus excesos (muerte de Elvira, muerte de don Diego Pastrana, etc.). Así tras ver pasar un entierro en el que se ve a sí mismo:
 “Mas ¡cuál su sorpresa, su asombro cuál fuera, / cuando horrorizado con espanto ve / que el uno don Diego de Pastrana era, / y el otro, ¡Dios santo!, y el otro era él…!
vence su espanto volviendo a hacer lo que solía; en esta ocasión requebrar a la dama que le avisa de su próximo fin, aunque antes deberá cumplir la promesa hecha en vida a Elvira:
“Por mujer la tomo, porque es cosa cierta, / y espero no salga fallido mi plan, / que en caso tan raro y mi esposa muerta, / tanto como viva no me cansará” – dirá el burlón de don Félix. 
En Espronceda no hay perdón por parte de Elvira sino exigencia de cumplir la palabra dada. Tampoco hay salvación eterna, Dios no aparece por parte alguna:
 “Y en mutuos abrazos unidos, / y en blando y eterno reposo, / la esposa enlazada al esposo / por siempre descansen en paz: y en fúnebre luz ilumine / sus bodas fatídica tea, les brinde deleites y sea / la tumba su lecho nupcial”).
El reencuentro Vida–Muerte que se realiza estos dos días del mes de noviembre es patente en la obra de José de Espronceda especialmente en las tres estrofas finales del poema en las que, tras la muerte del insolente estudiante sucedida durante la noche, al amanecer a la ciudad salmantina vuelve la vida activa, productiva, real, de los trabajos y los días: 
Y huyó la noche y con la noche huían / sus sombras y quiméricas mujeres, / y a su silencio y calma sucedían / el bullicio y rumor de los talleres; y a su trabajo y a su afán volvían / los hombres y a sus frívolos placeres, / algunos hoy volviendo a su faena / de zozobra y temor el alma llena”.
Cierto es que las celebraciones del Día de Todos los Santos y del Día de Difuntos lo que pretenden es hacernos caer en la cuenta de nuestra mortalidad, de nuestra fugacidad…, pero también es evidente que estas festividades no deben arrojarnos al pozo del pesimismo sino por el contrario deben servir para que bebamos la vida a chorros, para que tomemos de ella lo mejor que tiene… Y aquí vuelvo a otro autor que dentro de su barroco pesimismo siempre salvó lo mejor del paso por este mundo, luchando incluso contra la fuerza imposible de vencer, contra la ley severa. Es Francisco de Quevedo y el mensaje al que me refiero, hermoso y vital, está contenido en su bellísimo soneto de título “Amor constante más allá de la Muerte” que me parece más que oportuno recordar un día de Todos los Santos:

"Cruzando la laguna Estigia" de Joachim Patinir (1520)

Cerrar podrá mis ojos la postrera
Sombra que me llevare el blanco día,
Y podrá desatar esta alma mía
Hora, a su afán ansioso lisonjera;
Mas no de esotra parte en la ribera
Dejará la memoria, en donde ardía:
Nadar sabe mi llama el agua fría,
Y perder el respeto a ley severa.
Alma, a quien todo un Dios prisión ha sido,
Venas, que humor a tanto fuego han dado,
Médulas, que han gloriosamente ardido,
Su cuerpo dejará, no su cuidado;
Serán ceniza, mas tendrá sentido;
Polvo serán, mas polvo enamorado.
______________________NOTA: Esta entrada reproduce la publicada por mí hace dos años en el nº 15 de la revista "Emblogrium" recientemente desaparecida.