

La novela de Clara Sánchez no sólo nos sumerge en ese mundo oscuro, desconocido, de los nazis plácidamente escondidos en nuestra costa. También nos sitúa ante nuestra propia historia. En el metro, en un autobús, en las butacas de un aeropuerto o alrededor de las mesas de algunas cafeterías hemos podido compartir charla, comentario, incluso aperitivo con quienes alimentaron el fascismo en España, ayudaron al crimen colectivo con su complicidad o su silencio, o formaron parte de la leva de torturadores, de organizadores de los campos o de los que enviaron al paredón a cientos de ciudadanos por el simple hecho de ser demócratos, o sindicalistas, o militantes de los partidos de izquierdas. ¿Nunca os habéis preguntado por su conciencia, por su forma de recordar un pasado de ignominia?