"Vida del fantasma", "La canción de Lord Rendall", "Serán nostalgias", "El fantasma y la señora Muir", "Cuando fui mortal", "Campanadas y viento y fantasma y muertos", "Fantasmas leídos", "Literatura y fantasma"... títulos de libros, cuentos o artículos de Javier Marías que aluden a su predilección por estos personajes de ficción tan encantadores y aterradores al mismo tiempo, los fantasmas. Esta divertidísima afición suya resulta inspiradora, pero todo a su debido tiempo.
"Literatura y fantasma" es un libro que actualmente se encuentra disponible en reediciones, (incluso ampliadas), cuya edición inicial, publicada por la editorial Siruela en 1993 posee la cubierta con una de las mejores imágenes que he visto nunca. Se trata de un collage de rostros en el que parte del de Javier Marías ocupa el lugar central, respaldado por el medio rostro inclinado y semioculto de Robert Louis Stevenson; la casi totalidad del lado izquierdo del rostro de Marías es invadida por el de Vladimir Nabokov, mientras la mirada de soslayo de Juan Benet sirve de apoyo a los mentones de todos ellos.
Lo que contiene "Literatura y fantasma" son artículos, ponencias y prólogos recopilados, procedentes de otras publicaciones y conferencias. Tratan asuntos lingüísticos y literarios, pero no deben confundirse con esos otros textos en los que Javier Marías a veces reflexiona y nos ilustra sobre cuestiones gramaticales y ortográficas, que fueron recogidos y publicados en 2012 por Galaxia Gutemberg, y que constituyen una de las colecciones más divertidas y enriquecedoras de artículos de Javier Marías.
En "Literatura y fantasma" desvela algunos de los pormenores de su método de trabajo, explica por qué no utiliza esta o aquella herramienta y nos permite observar su obra como a través de rayos X (lo que ya de por sí resulta bastante fantasmagórico). En uno de los artículos, "La muerte de Manur: narración hipotética y presente de indicativo", explica cómo se las ingenió para introducir párrafos en presente de indicativo en una obra fundamentalmente narrada en pretérito indefinido e imperfecto, "El hombre sentimental", valiéndose de una transición que no diera como resultado un cambio de tiempo brusco.
A veces uno lee y le parece que la redacción es tan perfecta y tan exacta que no sólo no podría haber sido de otra manera, sino que la pluma o el teclado del escritor se activaron solos y dieron lugar a un libro estupendo escrito aparentemente sin ningún esfuerzo. Y nada más lejos de la realidad.
Precisamente, en este mismo artículo Javier Marías lanza una pequeña crítica al "realismo sucio", un estilo procedente de la literatura estadounidense que se caracteriza fundamentalmente por redactarse en presente, utilizar frases muy cortas e inmediatas y también por su marcado carácter autobiográfico, aunque esa es otra cuestión. Esta fórmula es más fácil y requiere al escritor menos esfuerzos, también el lector tendrá que esmerarse menos: esta presentación recuerda a la inmediatez del teatro, a las conversaciones coloquiales... al lenguaje sin demasiados tratamiento y aderezo, en suma. Y por eso mismo, más caduco y pobre que otros textos pulidos y esmerados, como los que Javier Marías sí emplea en sus obras.
Escritores de calidad producen lectores de calidad, al igual que los restaurantes de comida rápida producen organismos enfermos y mal nutridos. Así, tanto en la literatura como en la gastronomía, cada uno elige lo que le alimenta, también en qué quiere convertirse. No es lo mismo leer "La montaña mágica" tomando un té con leche de soja y pastas caseras, que acompañar la lectura de las sombras de grey con picadillo de restos de algo parecido al pollo rebozados en no se sabe qué y fritos en aceite de mala calidad reutilizada. Tampoco creo que sean extremos opuestos: sinceramente, no sé si hay término medio.
Otro tema que aparece en "Literatura y fantasma" es el de la autobiografía, la biografía novelada o la inclusión de elementos biográficos en una obra de ficción. Javier Marías desvela de qué artimañas se vale para mezclar realidad y ficción en sus libros de forma que ambas convivan amigablemente. También reflexiona sobre cómo el lector tiende a desconfiar de los textos declaradamente biográficos por las posibles exageraciones o engaños; también, en el caso contrario, cómo el lector busca datos reconocibles de la vida del escritor en sus obras ficticias. Javier Marías cuenta sin tapujos, y cualquiera puede comprobarlo, cómo en su caso ha jugado a la ambigüedad (con gran acierto y mejor ejecución, por cierto) en casi todas sus novelas, y este es un rasgo que, entre otros muchos, le convierten en un escritor magistral. Y por estas perlas, lo amo:
"Rara es la ocasión en que se ve a alguien por la calle o en una playa leyendo un libro suyo, entre otras cosas porque ya casi nadie lleva libros por la calle y menos aún a la playa. Recuerdo la emoción que sentí cuando alguien caritativo y quizá embustero me contó que en un vuelo había visto a tres personas distintas (ya sé que tres personas son siempre distintas, el adjetivo sirve para subrayar que eran tres, como el famoso <<6 6="" toros="">>) leyendo una de mis novelas. Pensé: qué avión tan amable, qué vuelo tan distinguido."
En el apartado "Otras vanidades" de este mismo libro, (de donde también procede el párrafo citado), se incluye un artículo en el que da siete razones para no escribir novelas y una sola para hacerlo. Lejos de la intención de desvelar esta última, solo diré que es la misma por la que muchos leemos.