Liviana sensualidad de una combinatoria que mima los juegos del amor, a veces en el texto y siempre en las variaciones de los bloques semánticos, versos o estrofas. Todo lector que entra en el poema tal como lo verá aquí lo está poseyendo por primera vez; los nuevos juegos se cumplirán después en lo ya conocido, buscarán zonas y posiciones aún ignoradas, avanzarán en la infinita novedad erótica como los cuerpos y las inteligencias. Y al igual que en el amor, la fatiga llegará poco a poco para separar los ojos del poema así como separa los cuerpos de la pareja saciada. Si matemáticamente la posibilidad de diferentes lecturas es elevadísima, nadie las agotará porque sería monótono: la memoria se vuelve la antagonista de todo placer demasiado recurrente.
JULIO CORTÁZAR De su libro salvo el Crepúsculo (Editorial Alfaguara)