En resumen diré que nos hemos llevado un recuerdo imborrable de Ljubljana. En un principio nos la imaginábamos algo distinta, sobre todo habiendo pertenecido durante cincuenta años a la exRepública Yugoslava, pero una vez allí podíamos pensar que estábamos en cualquier ciudad centroeuropea. Se parece a Viena (herencia del imperio austriaco), tiene algo de medieval de Praga, rincones casi calcados a Salzburgo. Aunque en honor a la verdad, y a pesar de los parecidos, Ljubljana ni se la puede situar en Los Balcanes, ni en Centro Europa. Tiene su propia personalidad. Al día siguiente veríamos que nos deparaba la Costa Adriática Eslovena.
Un Placer contemplar el Río Ljubljanica desde una de las numerosas terrazas
La Catedral de San Nicolás con el Castillo de Ljubljana en lo alto
La plaza Preseren con los Tres Puentes de piedra
Otra vista de la Plaza Preseren
“SIROVI sTRUKLJI”, rollos de pasta rellenos con un queso ligeramente agrio
“TELEcJi FILE PO sTAJERSKO”, solomillo asado a la estiriana con mantequilla a las finas hierbas
Diversas esculturas están repartidas a lo largo de la ciudad
Caminando hacia nuestro hotel, bajo la ténue luz de los faroles que iluminan Ljubljana