La escritora inglesa Beryl Bainbridge tuvo que dejar su primera novela aguardando en un cajón varios años hasta que encontró un editor que confió en que habría lectores lo suficientemente cultivados para que no la etiquetasen a la ligera de abominable, indecente o simplemente repulsiva. Basada en un crimen real sucedido en 1954, el caso Parker-Hulme, que dejó conmocionada a la sociedad británica de su época, llega ahora esta obra de mano de Impedimenta (que prepara, por cierto, un año de infarto) para hablarnos de la crueldad de la infancia y de la capacidad del ser humano para manipular a sus congéneres. Hoy (me niego a decir "A día de hoy"), cuando han pasado más de cuarenta años desde su publicación (1972), Lo que dijo Harriet es considerada como una pequeña obra de arte. Y es que el arte no busca complacer, sino más bien al contrario: pulsar, interrogar, conmover, irritar, subvertir; en resumidas cuentas, no dejar indiferente. ¿Lo hace la novela de Bainbridge? Es algo que aún no sé, pero tengo mis sospechas. Por lo pronto, lo que tengo es su insistente llamada, compulsiva casi, que yo dejo -por necesidades del servicio y no por mucho tiempo- en espera.
La escritora inglesa Beryl Bainbridge tuvo que dejar su primera novela aguardando en un cajón varios años hasta que encontró un editor que confió en que habría lectores lo suficientemente cultivados para que no la etiquetasen a la ligera de abominable, indecente o simplemente repulsiva. Basada en un crimen real sucedido en 1954, el caso Parker-Hulme, que dejó conmocionada a la sociedad británica de su época, llega ahora esta obra de mano de Impedimenta (que prepara, por cierto, un año de infarto) para hablarnos de la crueldad de la infancia y de la capacidad del ser humano para manipular a sus congéneres. Hoy (me niego a decir "A día de hoy"), cuando han pasado más de cuarenta años desde su publicación (1972), Lo que dijo Harriet es considerada como una pequeña obra de arte. Y es que el arte no busca complacer, sino más bien al contrario: pulsar, interrogar, conmover, irritar, subvertir; en resumidas cuentas, no dejar indiferente. ¿Lo hace la novela de Bainbridge? Es algo que aún no sé, pero tengo mis sospechas. Por lo pronto, lo que tengo es su insistente llamada, compulsiva casi, que yo dejo -por necesidades del servicio y no por mucho tiempo- en espera.