Si la agenda de nuestra cartelera se mantuviera intacta en los próximos treinta días, la exhibición vernácula arrancaría justo un año después del estreno en Italia, que en ese momento conmemoraba el vigésimo aniversario de la muerte del maestro cineasta. La presentación oficial tuvo lugar en la 70ª edición de la Mostra de Venecia.
Che strano chiamarsi Federico! es el título original del largometraje que desmiente el “retiro definitivo” anunciado por el propio Scola en 2011 y que -atención, amantes de la literatura española- desliza un segundo tributo a otro talento, de apellido García Lorca. Según contó oportunamente el diario español El Mundo, la película arranca con una voz en off en castellano que pronuncia los dos últimos versos de Canciones para terminar:
Entre los juncos y la baja tarde,
¡qué raro que me llame Federico!”
Antes, la estrofa final del poema incluye otros dos versos que la película pasa por alto, y que sin embargo ponen de manifiesto la pertinencia de la cita literaria:
Llegan mis cosas esenciales.
Son estribillos de estribillos”.
El adjetivo “esencial” y el fenómeno de intertextualidad sugerido en el desdoblamiento de estribillos bien podrían servir para anunciar dos virtudes aparentes del retrato póstumo: cierta capacidad para revelar más allá del estereotipo y/o del lugar común, y la osadía de superponer distintos registros narrativos o, en palabras de Don Ettore al diario La Repubblica, “fotografías, recortes, flores secas e incluso una mosca aplastada entre dos páginas”.
El sitio web de Cinecittà revela que en Che strano chiamarsi… Scola es tan protagonista como Fellini porque “en realidad se trata del relato de una experiencia común”. También informa con orgullo que gran parte del largometraje fue filmado en los míticos estudios instalados en Roma.