Llegada a Tortuguero… Empieza la Pura Vida!

Por Marbel

Hace ya cuatro días que llegué a Tortuguero, y sí, empieza por fin la Pura Vida, pero también la pura investigación. Recordemos que no vengo aquí de vacaciones como los muy afortunados turistas, que yo vengo a trabajar en mi proyecto de investigación y sin que me paguen un duro, y solita, así que no es tanto relax para mi. Recordemos también que yo soy afortunada por poder pasar aquí casi mes y medio mientras que la mayoría de los turistas vienen para sólo dos o tres días. Todo en esta vida tiene sus ventajas y sus desventajas. Y como leí en un blog recientemente, la ventaja de no tener casa es que tienes la libertad de vivir donde quieras y marcharte cuando quieras, y ahora yo voy a vivir una temporada en este paraíso llamado Tortuguero para después marcharme a otro paraíso llamado Monteverde.

Pero volvamos a Tortuguero, no nos adelantemos. A continuación haré un pequeño resumen de cómo fueron mis primeros días aquí, pero escribiré sobre Tortuguero, sus tortugas y otros de sus tesoros naturales en sucesivos posts. Para los que todavía no lo sepan, me vine a Tortuguero a hacer la tesina del máster de Ecoturismo que he estado estudiando en Escocia. El proyecto de mi tesina es sobre turistas y tortugas, y para ello tengo que hacer alrededor de 200 cuestionarios a turistas. Pero claro, no es tan fácil como llegar y lanzarse a hacer cuestionarios a tutiplén, antes hay que darse a conocer en el pueblo, hacer contactos, hablar con las partes interesadas, probar si los cuestionarios funcionan,… En fin, no son pocos los retos que me esperaban en mis primeros días en Tortuguero.

Salí de la casa de la couchsurfer de San Pedro Montes de Oca (distrito de San José) el sábado 10 de agosto. Un taxi me esperaba en la puerta a las 8 de la mañana para llevarme a la estación Gran Caribe (compañía Caribeños) situada en el Barrio Tournón de San José. El taxista me hablaba emocionado de los entornos naturales de su país, aunque en realidad conocía muy pocos de ellos. Yo no paré de hablar de todos aquellos lugares de Costa Rica que esperaba visitar durante mi estancia. Me habló de una bióloga española que conocía y que acabó viviendo en Sarapiquí, uno de los sitios que yo tenía en mente para enviar curriculums.

El trayecto me costó casi $10, curiosamente más de lo que me costó el trayecto completo de San José a Tortuguero (dos autobuses y un bote). Si queréis más información de cómo viajar a Tortuguero en este plan tan barato, haced click aquí. Mientras esperaba en la cola para comprar el billete, vi a un grupo de ocho catalanes que no pasaban desapercibidos. Me senté en el autobús a su lado y acabé teniendo una animada conversación con ellos. Los fiché para hacerles mis primeros cuestionarios; buen comienzo. Este autobús iba de San José a Cariari, y era un autobús nuevo y moderno, de dos plantas. El siguiente autobús, que iba de Cariari a La Pavona, era mucho peor con diferencia, viejo y destartalado. Empezó a subir gente y más gente, y al final muchos tenían que ir de pie. Mucha gente local iba con sus paquetes y compras que llevaban en sus visitas a la familia.

En este autobús se creó un ambiente muy bueno cuando algunos turistas, entre ellos los catalanes y yo, acabamos hablando con los locales. Hablé con dos señoras que me hicieron una detallada entrevista sobre mi estancia en Costa Rica, mi investigación, mis planes de futuro, etc. Me parecieron muy simpáticas y no me importaron las preguntas. Ellas, al igual que todos los costarricenses con los que había hablado hasta ahora, estaban al tanto de la famosa crisis que atravesaba España. También los ingleses que conocí en Cornualles y los escoses que conocí durante mi estancia en Edimburgo lo sabían. Está claro que nos hemos hecho famosos a las malas, pero si algo bueno tiene esta crisis es que muchos españoles están saliendo de su zona de confort en busca de oportunidades en nuevas tierras.

Estos momentos sencillos e improvisados son de mis favoritos cuando viajo. Me hacen sentirme muy en el aquí y ahora, es la vida misma en vivo y en directo, y no hay necesidad de más. Mirando a aquella gente conversando y sonriendo, sonreía yo también, y me daba cuenta de que aunque llegué hasta allí sola, no me sentía sola en absoluto. Más bien me sentía acompañada por todos aquellos desconocidos dispuestos a ofrecerme su conversación y su compañía en cualquier momento.

En La Pavona nos esperaban los botes que nos llevarían a Tortuguero. El trayecto por el río me recordó mucho a cuando estuve en la Reserva de Tambopata de Perú. Al poco tiempo de salir, vimos un cocodrilo en la orilla que el señor del bote nos señaló. Después seguimos y el río cada vez se hacía más ancho. Hicimos algunas paradas donde había casas o lodges, y finalmente llegamos al pueblo.

En el embarcadero había muchos guías y hosteleros que estaban a la caza de los turistas. Esta vez me salvé también, como cuando llegué al aeropuerto, ya que allí me esperaba Yolanda, una catalana con la que estuve en contacto por email en los últimos tres meses. Era la novia de uno de los guías con los que contacté por email. Fue de gran ayuda estar en contacto con ella, me dio mucha información y consejos antes de viajar allí, y además daba tranquilidad saber que alguien te estaba esperando. Se la presenté a los catalanes y ellos acabaron contratando todos los tours con ella y su novio, para disgusto de los dueños del hotel donde se alojaban. En cada hotel suelen tener sus guías propios y siempre intentan vender los tours a sus clientes.

Yolanda me acompañó hasta el lugar donde me iba a alojar, La Casona de Tortuguero, donde tenían cabinas, que es como es como aquí llaman a las habitaciones de hotel, que a veces son como casitas independientes. La mía estaba en la misma entrada, enfrente del campo de fútbol, importante lugar de reunión del pueblo cada tarde para jugar algún partido. Debido a ello, muy silenciosa no resultó ser mi cabina, como os podéis imaginar.

La Casona es un hotel familiar muy agradable y acogedor que recomiendo a cualquiera que visite Tortuguero. A mi me dieron un precio muy bueno por la cabina, $200 para un mes, pero los turistas pagan mínimo $10 al día (más si es en temporada alta como ahora). Cuenta con un restaurante que podéis ver en estas fotos.

Muy cerca está la playa, en la que por cierto no se puede bañar debido a sus peligrosas corrientes. Los locales lo saben bien, pero yo he visto algún que otro turista meterse, quizás porque no vieron los carteles que alertaban del peligro. Es una playa típica caribeña, aunque no precisamente de las más bonitas que yo haya visto.

El primer día deshice mi equipaje, y me acomodé como aquí dicen. Después cené en el restaurante de La Casona, ya que no tenía ganas de cocinar. Observé que los precios del restaurante eran más altos que en las sodas (así es como se llaman los restaurantes en Costa Rica) de San José, y cuando después caminé por el pueblo, vi que todos eran igual de caros. Si Costa Rica es caro, Tortuguero está por las nubes. La comida en el supermercado también era más cara que en San José, pero aún así me salía más rentable cocinar mi comida que comer en restaurantes. Por suerte contaba con una pequeña cocina en mi cabina.

Un primer paseo por el pueblo muestra un típico ambiente caribeño, relajado y alegre.

Me llamó la atención este cartel que invitaba a relajarse, algo que me hacía buena falta a mi.

Al día siguiente recogí mi permiso de investigación, o pasaporte científico (como aquí lo llaman), en las oficinas del parque. Me lo dio Elena, la directora del parque, quién era la novia del hijo de la dueña de La Casona. Por cierto, Andrés, que así se llamaba su hijo, era uno de los guías del parque, y tesorero de la asociación de guías. También conocí a uno de los dirigentes del grupo de rastreadores, que me invitó a conocerlos a todos en una reunión al día siguiente. Me compré el famoso “sticker” en apoyo a su causa (ya contaré más en qué consiste en el post que escriba sobre las tortugas). Para rematar el día hice algunos cuestionarios y asistí a mi primer tour de tortugas, una experiencia increíble que relataré en otro post. Al ser investigadora, podía entrar con mi pasaporte científico gratis a cualquier sitio del parque, y hacer tantos tours de tortugas como quisiera sin coste alguno (como parte de mi estudio tengo que observar tours con distintos guías). El lunes hice esta foto triunfal en la que se puede ver mi pasaporte científico, el sticker y uno de mis cuestionarios, un exitoso comienzo.

Sin embargo, hoy, tan sólo dos días después, todo ha cambiado. Después de haber asistido a tres tours de tortugas y haber hecho quince cuestionarios, me doy cuenta de las preguntas sobre las tortugas no están reflejando adecuadamente los conocimientos del turistas. Tras comentárselo a mi supervisora de la universidad, ella me aconseja cambiar las preguntas y rediseñar los cuestionarios. Esto es una faena muy grande teniendo en cuenta que en San José imprimí más de 200 cuestionarios, con dos hojas cada uno, y ahora una de esas hojas tengo que tirarla porque no me vale. Conclusión, tengo que tirar 200 hojas impresas por las dos caras, e imprimir 200 hojas nuevas. El problema es que en Tortuguero no hay tienda de fotocopias. Después de llamar a la directora del parque para comentarle mi problema, me ha dicho que vaya mañana para ver si me puede ayudar, pero no parecía hacerle gracia imprimir 200 hojas. En fin, así es la investigación, puedes planificarla durante meses y al llegar al lugar de la recogida de datos, te das cuenta de que está mal diseñada, y hay que cambiarla. Sin embargo, no me queda más remedio que hacerlo si quiero que mi estudio esté bien hecho; de lo contrario voy a tener datos que no me van a servir para hacer los análisis que necesito.

Otra cosa que ha pasado hoy que me ha dejado un poco desconcertada y deprimida es que Yolanda se fue ayer de repente y sin avisar. Cuando fui a buscarla a su casa me dijeron que no estaba, que se fue con todas sus cosas para no volver. Le llamé por teléfono y me explicó los motivos, demasiado personales para exponerlos aquí, pero tienen que ver con problemas con su pareja costarricense. Es una pena que la única amiga que tenía aquí de momento se haya ido tan rápido, pero tengo que confiar en que conoceré nuevas personas que me ofrecerán su amistad. En fin, no todo es bonito en el paraíso, y las pruebas que la vida nos presenta están ahí para recordarnos que siempre hay algo más que aprender.


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