Y llegado el momento todos los días se hacen uno, todos los instantes de la vida por siempre separados se hacen uno, un instante, un fugaz resplandor casi imperceptible.. Y el trayecto se muestra tal como un segundo partido en mil pedazos interminables y quietos sustentados en imposible equilibrio sobre el aire del postrero hálito perfecto.
Y el adiós de la vida es sólo un gesto que cierra el féretro empolvado, todo acabado y condensado, consumado e imperfecto.