Llegan las Fallas y los papás, como siempre, a calentarse el tarro para la falla del cole. Es muy romántico imaginarse a un papá y sus hijos realizando estos trabajos manuales en casa, pero cualquiera diría que es como si no hubiera nada mejor que hacer y necesitáramos que, desde el colegio, nos organicen y dirijan el tiempo que estamos junto a nuestros hijos, parece que no les basta con llenarnos las carteras con deberes de fin de semana.
Me gustaría organizar el tiempo que paso con mis hijos como mejor estime conveniente así que con el apartado deberes me sobra y aunque me lo paso muy bien con estos trabajos manuales no deja de repatearme que el fin de semana X tenga que estar haciendo el dichoso ninot.
Los padres... ¿pero en la educación actual alguien piensa en los padres? ¡Ay, los padres! ¡Qué fácil es echarnos la culpa de todo! Y cuando no nos la echan los demás, ahí estamos nosotros mismos para hacerlo, con nuestras dudas, nuestros arrepentimientos, la incertidumbre de saber si hemos obrado bien o mal, esperando siempre que el tiempo termine dándonos la razón, sabedores también, es ley de vida, que en la adolescencia caerán sobre nosotros todas las acusaciones de nuestros hijos -debe ser algo parecido al Juicio Final pero bastante más breve, ya os lo contaré si este blog resiste el paso del tiempo-, confiando en que, cuando lleguen a la edad madura, si estamos para verlo, vean nuestra labor con benevolencia, estoy temblando al pensar en el día en que tenga que oir esa frase que todos hemos pronunciado por lo menos una vez en la vida, "yo no he decidido venir a este mundo", a ver qué contesto -supongo que un "¡toma! ¡y yo tampoco!-.
Nos dicen en el colegio que los profes no están para educar a nuestros hijos, que esa es una tarea de los padres y a mí, la verdad, me parece estupendo, si no fuera porque todavía no he averiguado cómo diablos se enseñará sin educar, en la teoría queda perfecto pero en la práctica no sé cómo se puede llevar eso a cabo, por el momento hasta ahora no había caído en la cuenta de que tendría que haber enseñado a mis hijas que en clase se debe estar callado y atender al profesor, a ver si ahora el pobre hombre está sufriendo por nuestra culpa, aguantando carros y carretas, vejado una y otra vez por algunos alumnos, entre ellos mis hijas, sin poderlos educar en el respeto al prójimo, confiando en que algún día los padres nos dignemos a hacerlo.
Todo el mundo vamos eludiendo responsabilidades, luego pasa lo que pasa, y es que aquí no dimite ni dios, pero mira, el Papa, que es como yo pero con muchos más hijos huérfanos de madre, sí; ese sí que dimite, claro que ese, el emérito, es de allí, no de aquí, el nuevo tampoco parece que vaya a ser de aquí -ahora ya sé que no lo ha sido, esperemos que sea tan bueno como Messi pero que no vaya metiéndonos goles- y es probable que si se le presenta el caso también decida dimitir, si fuera de aquí seguro que se moría con el báculo en la mano.
Los papás no conocemos el problema de la dimisión, ya tenemos otros pero no ese, no podemos dimitir, es una suerte para nosotros, un quebradero de cabeza menos, quizás para nuestros hijos la suerte no es tanta. Espero que los míos no pidan mi dimisión, me sabría muy mal, porque sería un deseo que no podré satisfacer. Eso será lo que les pasa a muchos de nuestros políticos, que se sienten poseídos por un espíritu paternal -o maternal- hacia el resto de sus conciudadanos y se creen que no se puede dimitir y mientras tanto los ventiladores siguen en marcha...
Y vale, sí, ¿par qué negarlo? Lo pasamos muy bien el sábado y domingo mientras hacíamos el ninot medieval en familia y la verdad es que no es para tanto. Y aunque lo parezca no he tomado nada esta tarde, ahora es hora de cenar, pero antes nos ponemos falleros y como cualquier excusa es buena para escuchar música en este blog, nos vamos con Verdi...
... con Haendel,
... con Mozart,:
... o con Wagner: