La delatan sobre todo sus patas teñidas en toda su longitud con un tinte amarillento, pronto este color quedará reducido únicamente a los pies. También es característica la mandíbula inferior con un toque rosado, como se adivina en esta foto en la que parece estar pidiendo alimento, la fuerza de la costumbre...
Sin embargo, ya no están sus padres para darle comida, y nuestra joven garceta debe buscarse la vida aprendiendo a pescar en los charcos de marea...
Pero nuestra joven garceta no está sola en la playa, con ella hay otro ejemplar. Estas preciosas aves ya se ven prácticamente durante todo el año en nuestro litoral, porque algunos invernantes, probablemente inmaduros, no suben a criar con la llegada de la primavera. A primeros de julio fotografié a este ejemplar, también en Bañugues.
Lo pude observar a lo largo de todo el mes de mayo, y también algunos días de junio. En la ensenada de Aramar también se han quedado otras dos garcetas a pasar el verano con nosotros.