(AE)
Dicen que fueron una plaga en el Egipto bíblico, pero si esta invasión de ortópteros hubiera ocurrido en algunas partes de Uganda, la gente no pararía de dar gracias por una ración de exquisita comida literalmente “llovida del cielo.”
Creo que los gourmets que estén interesados en nuevos manjares y experiencias novedosas no deberían dejar pasar a los nsenene, una especie de saltamontes (que por desgracia no se encuentra en todas las zonas del país), la cual una vez preparada (se tienen que quitar primero las alas y las patas) se fríe ligeramente y está preparado para ser consumido.
El sabor es difícil definirlo, pero no dista mucho del marisco. Para quien lo come por primera vez, la visión del plato con los animalitos fritos no es que sea algo que invite mucho al disfrute, pero una vez que se prueba, se convierte en una comida altamente adictiva... uno comienza y es difícil parar.
La ingesta de estos animales supone una dosis extra de proteínas para grandes y pequeños y, todo hay que decirlo, una importante fuente de ingresos para muchas economías modestas, puesto que no es difícil recoger buenas cantidades de los mismos: se cuelga del tejado un cubo con una luz y los saltamontes terminan en el mismo sin poder salir. Las familias limpian los insectos, se fríen y luego se venden por las calles para regocijo del personal que los comen con fruición. Los únicos que no pueden disfrutar de los mismos son las personas – sobre todo de la tribu baganda – que pertenecen al clan de los saltamontes ya que, al ser el tótem o animal simbólico del clan, tienen estrictamente prohibido matar, comer o consumir a los animales bajo cuya “advocación” se encuentran. Toda una pena, porque como ya he dicho es todo un manjar.
Aquí acaba de comenzar la época de los nsenene y, mientras duren los disfrutaremos. Mi único temor es que venga por aquí Ferrán Adriá, los pruebe, le gusten y, con la inventiva que le caracteriza, haga un plato de emulsión de saltamontes tropicales con espuma de brocoli en un lecho de cilantro adobado ... y que la demanda del bichito cause una subida de precios que los deje fuera de nuestro alcance. Sería una catástrofe, Ferrán, así que sé majo y guárdanos el secreto.