El último viernes me pasé por la librería Tres rosas amarillas situada en la calle Vicente Ferrer de Madrid. Una librería dedicada casi en exclusiva a los libros de cuentos, un lugar en el que siempre se puede conversar con el librero, José Luis, comentar libros y aceptar y ofrecer recomendaciones; como puede verse, un lugar estupendo. Además los viernes, a las 9 de la noche, se lleva a cabo lo que el librero ha bautizado como “cata de cuentos”: él selecciona un cuento, lo fotocopia y entrega las copias a los concurrentes sentados en sillas plegables. Él lee el texto en voz alta sin anunciarse quién es el autor, y después se abre un coloquio. Al final hice tiempo tomando un café y una porción de tarta en un bar y me quedé a la cata a pesar del frío que hacía. Fue divertido conversar con desconocidos de un cuento que desde el primer párrafo sabía que era de Alice Munro.Además, tras hojear la mitad de los libros de la tienda, me llevé conmigo una novedad: Llenad la tierra de Juan Carlos Márquez, casi recién salido del horno de la imprenta. Este jueves, 9 de diciembre, será su presentación en Tres rosas amarillas. Espero que me de tiempo a acudir.
Me había encontrado con el bilbaíno Márquez en Internet en varias ocasiones, en espacios vinculados al relato. Por dos veces ha sido finalista del premio Setenil al mejor libro de relatos publicado en ese año, y ha sido seleccionado para diversas antologías. Leí su cuento Carniceros, prostitutas (otra vez) y tenientes en la antología de Menoscuarto, Siglo XXI. No fue de los 10 cuentos que destaqué, pero no porque no me hubiese gustado, sino, más bien, porque me gustaron muchos cuentos de esa antología y acabé destacando otros.
Hay un primer tema que me ha llamado la atención al leer Llenad la Tierra: si uno se acerca a un libro de cuentos de un norteamericano, por ejemplo de Raymond Carver, o de Tobias Wolff, se encontrará con un conjunto de relatos bastante homogéneo. El autor emplea enfoques diferentes, pero se aproxima a un material de forma similar en casi todas sus composiciones. Lo mismo ocurre si leemos, por ejemplo, un libro de Felisberto Hernández o de Julio Cortázar: la aparente realidad quedará pronto trastocada por algún elemento fantástico o irreal. Al leer a Juan Carlos Márquez, en cambio, nos encontramos con relatos enteramente realistas (en apariencia), con relatos neofantásticos, surrealistas, absurdos, macabros… los enfoques son múltiples, y la necesidad de experimentar nuevas formas y de romper las propias convicciones sobre el relato parecen ser constantes.Construir este tipo de libros tiene un riesgo: si uno admira, por ejemplo, a Carver, es raro que un cuento le decepcione; ya sabe, con bastante seguridad, lo que puede encontrar en sus libros y lo que ha ido a buscar en ellos. Si el autor cambia su enfoque y el tipo de relatos en cada nueva composición, el gusto del lector se ve continuamente forzado a recomponerse, a descubrir si estamos ante unas páginas fantásticas, realistas... y esto puede chocar con sus gustos y expectativas.Después de acabar Llenad la Tierra, el balance final del experimento lo considero positivo; aunque por supuesto, ante propuestas tan dispares mi entusiasmo como lector haya sido colmado más en unos casos que en otros.
Destacaría dos piezas, de características similares, seguramente de lo más realista del libro, que se han convertido en mis favoritas: Belgrado 1976 y Las preposiciones de Blint. Belgrado 1976 es un cuento realista narrado por el portero de la selección de la RDA poco antes de un partido decisivo ante República Checa. Me ha recordado a los cuentos de Roberto Bolaño, por su capacidad de fabular, y conseguir recrear los pensamientos de personajes ajenos a la cultura y la época del autor.Las preposiciones de Blint parece ambientado en Alemania, o en una Alemania fantasmagórica, y trata de un profesor que cura la fobia de un adolescente que ha visto cómo su pueblo era sumergido bajo el agua para construir una presa. Muy imaginativo y de final muy sugerente.
Destaco también el cuento La vida discontinua. Los hechos son realistas, pero no del todo las situaciones. Este cuento contiene una frase que bien podría ser una poética para Juan Carlos Márquez: “hay anomalías que, con la mera repetición, terminan convirtiéndose en normalidades” (pág. 74)
Me ha parecido muy logrado también el primer cuento: El corazón de mi padre. Que podría englobar en el género neofantástico: un suceso surrealista marca el texto, el padre pierde su corazón al inclinarse para atarse los zapatos, lo toma en la mano, y luego la familia lo va cambiando de recipiente según va creciendo fuera del cuerpo paterno. En este cuento el costumbrismo de una familia media es contado a través de un hecho absurdo, con bastante sentido del humor.
Me ha gustado también bastante el cuento más extenso -20 páginas- Hacer lo necesario. Los hechos que se narran son realistas, pero las situaciones se van volviendo inverosímiles, al estilo de Felisberto Hernández.
Hay cuentos de carácter más realista, donde un personaje evoca su vida, que me han recordado a las composiciones de Quim Monzó o Sergi Pamies. Estoy hablando de cuentos como Llegado el momento, en el que un asesino de avanzada edad evoca su pasado, o Un relieve verdoso, donde se presupone la vida de un naufrago.
Por supuesto Márquez no descarta el poder onírico de los sueños en sus composiciones (de hecho, casi todo su realismo también tiene un poso onírico), en esta tendencia se encuentra Papá, mírame.
Dentro de la búsqueda de Márquez, hay cuentos que parecen puras indagaciones del lenguaje, como El progreso, donde las asociaciones de ideas me han recordado a la escritura enfebrecida de William S. Burroughs en El almuerzo desnudo.
Un cuento que no me ha gustado es Restos, donde un mendigo se alimenta de la basura de un hospital. Demasiado morboso para mí.
Quizás los cuentos que menos me han interesado son aquellos que se basan en una mera conversación surrealista, absurda o en juegos de palabras, como El orden integral, sobre una fila en un supermercado; Sopla, sobre un cumpleaños; o Mecánica popular, con una conversación de besugos en un taller mecánico, donde se confunden las palabras.
En todo caso, como nexo de unión de este libro sin aparentes nexos de unión me gustaría destacar el cuidado lenguaje -éste sí, presente en todo el libro- del que se sirve Márquez para escribir. Como ya he comentado, Llenad la Tierra es un libro de cuentos arriesgado, donde el autor se impone explorar territorios nuevos, y en el camino el lector puede sentir extrañeza y también, en más de una ocasión, el brillo de estar ante una pequeña joya narrativa.