Así que le dije a mi hermana que acaba de tener una niña preciosa, que se la llevara y la aprovechara. Me encanta poder tener a alguien a quien darle las cosas que ya no necesito porque tirarlas a la basura me parece poco ético.
Pero cuando se la ha llevado me he puesto en plan melancólica recordando el día que entró en casa, el primer día que Bebé Gigante comió en ella su primera papilla y todos los bonitos momentos que mis enanos han pasado en su trona.
No he llegado a llorar pero soy un poco pánfila al sentir añoranza por un trasto del que hacía tiempo que me quería desprender. En el fondo supongo que la tristeza radica en el hecho de que estos pequeños gestos me recuerdan que mis bebés se hacen mayores.