El mejor remedio para generar confianza en los demás es tenerla uno mismo, un proceso individual por mucho que influyo lo oído y escuchado del colectivo. En víspera de día festivo en Madrid, Vistalegre tenía 2.700 asientos sin ocupar en la noche en que el Madrid podía quedar eliminado. Una reacción de castigo o de simple elección de prioridades para una afición desencantada con un equipo sin encanto. Y el Madrid se presentó como un grupo débil, susceptible de recaer en parciales horrorosos e incapaz de hacer suyo ese valor que decide gran parte de los resultados: la regularidad. Para muestra un par de parciales: un 10-0 a favor y un 0-10 del Caja Laboral contra inmediatamente después. El Madrid necesitaba un plus de fuerza, rabia y coraje. Y, por supuesto, de confianza. Alguien que se rebelase ante esa vulnerabilidad. Apareció Prigioni para firmar un dos más uno y desahogarse con la valla publicitaria, en un ejemplo de cómo está padeciendo su equipo en esta serie, en la que continúa con opciones (2-1) porque cuenta con Llull. En un partido frío, lento y previsible el internacional español, de apellido impronunciable para gran parte de sus seguidores, encadenó dos triples seguidos –el otro fue de Prigioni– para sumar diez de sus 17 puntos en los en los últimos 4m 16s y ganar por 80-67. Llull actuó de héroe exprés para recuperar la confianza de un grupo criticado públicamente por su entrenador por su incapacidad de jugar con presión.
Antes de la extraordinaria intervención de Llull, el partido iba camino de otro final apretado como los dos anteriores, resueltos por el oficio del Caja Laboral y el cruce de claves propio. Cada equipo tenía un método diferente. El Madrid se centraba en jugar para y por sus hombres altos y Tomic, después de unos partidos discretos, volvía a ser el principal reclamo en ataque. Tanto que en el primer cuarto, cerrado con empate a 21, ya llevaba diez puntos. En dicho período los locales sólo lanzaron un triple, la jugada más precisa de los visitantes (3/6) y que tenía en su principal valedor al lógico Splitter, que finalizó el encuentro con 17 tantos, dos rebotes y un déficit que pudo cambiar el sino del partido: 1/7 en tiros libres…. ¡Sólo anotó el primero!
Primera parte: una pérdida y una recuperación
Vulnerable a los acontecimientos, el Madrid conseguía rentas pequeñas, pero bajaba los brazos con demasiada facilidad, como si supiese que era inevitable que entre Teletovic y Huertas, con 11 puntos cada uno, revirtieran la situación en una primera parte histórica, por rematadamente extraña. Habría que rebuscar muchos partidos de muchas ligas y de muchas épocas para encontrar un encuentro en el que sólo hubiese una pérdida en los dos primeros cuartos. El error fue del Caja Laboral, mientras que el Madrid recuperó un balón. El único en ese tramo (37-38).
Velickovic (11) y Tomic se adueñaron de la pintura y el Madrid hizo el amago de querer hacer un parcial que le diese cierta tranquilidad. No pudo ser tampoco, porque surgió el sorprendente Palacio, teórico tercer base del conjunto de Ivanovic y segundo en este partido, pues Ribas sólo jugó 2m 11s. El Madrid se sostuvo con Reyes (11 puntos) hasta que surgió Llull para aportar cuatro puntos en el parcial de 10-0 entre el final del tercer cuarto y el inicio del último, con un triple al límite de Bullock de por medio (60-53 a 9m 26s). Pero en esta parte de la temporada no hay partido fácil para el Madrid, que encajó un 0-10 en contra mareado, viendo cómo Splitter y Huertas emulaban las clases maestras Prigioni-Scola o Prigioni-Splitter. Hasta que llegó el dos más uno de Prigioni y el heroísmo de Llull. El gran responsable de que Messina aspire a remontar unas semifinales que empezaron con un 2-0 en contra. Sólo se ha conseguido una vez.