A David Serrano se le dan bien las parejas. Suya eran las espléndidas adaptaciones teatrales de «Días de vino y rosas», que protagonizaron Carmelo Gómez y Silvia Abascal; y de «Elling», con Javier Gutiérrez y, de nuevo, Carmelo Gómez. En su doble faceta de adaptador y director, hace unos meses estrenaba en el Matadero, con un gran éxito, «La venus de las pieles», dirigida por él mismo, con Clara Lago y Diego Martín. Y ahora presenta en los teatros del Canal, después de su alumbramiento en Avilés, «Lluvia constante», una obra del estadounidense Keith Huff, que interpretan Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta.
Keith Huff ha participado en la escritura de series como «Mad men» y «House of cards», aval más que suficiente para un autor que, antes de esta obra, había estrenado un puñado de títulos. «Lluvia constante» vio la luz en Chicago en 2007, pero no fue hasta dos años después, cuando se estrenó en Nueva York con un reparto estelar -Daniel Craig y Hugh Jackman- cuando alcanzó notoriedad. Se trata de la primera parte de una trilogía sobre policías de Chicago -los otros dos títulos son «The Detective's Wife» y «Tell Us of the Night»- y cuenta la historia de dos compañeros, amigos desde la infancia y de carácteres muy distintos, que ven complicarse sus vidas y deteriorarse su relación.
El texto de Huff resulta seductoramente abrupto y brillantemente rugoso. El autor busca que el público perciba que las palabras de los dos policías tienen la aspereza de una lija, su imperfección y su poder de ir horadando la superficie lentamente y con un dolor sordo. Un espacio, que es al mismo tiempo sala de interrogatorios, vestuario, despacho y comedor, es el sobrio entorno en el que David Serrano ha situado el relato de los dos policías. El adaptador los ha llamado Dani y Rodo y ha eliminado, si lo hubiera, cualquier referencia local; pero los conocemos, todos los hemos visto en decenas de películas y series de televisión. Son ellos quienes cuentan su historia, deformada por sus recuerdos y sus sensaciones, sesgada por sus deseos y justificaciones. Solo en el proscenio, delante de la línea que marca el suelo, se dice siempre la verdad.
Explicaba David Serrano en la presentación de la obra que la había planteado como un juicio en el que es el público quien dicta el veredicto. Los espectadores son interpelados al principio de la función, pero luego se van refugiando en la oscuridad de la sala y se convierten en voyeurs de una relación marcada por la amistad y el cariño, y que poco a poco se va deteriorando por las circunstancias. Más que lo que cuenta, que muchas veces resulta tópico y previsible, con lo que las sorpresas no lo son tanto, impresiona cómo se dice. Huff tiene un magnífico sentido del tempo, y hunde con precisión sus manos en el drama. Sus personajes, tan familiares, huyen del cartón y tienen carne y sangre; más de la primera Rodo, y más de la segunda Dani. A los dos se los quiere, se les odia, se les comprende y se les aborrece alternativamente. En los dos, en sus actitudes y en sus pensamientos, estamos todos.
Para encarnar a los dos policías se necesita dos actores que sean no solo magníficos, sino que se comprometan con una función que estoy seguro de que tremendamente agotadora para ellos. David Serrano ha creado un espectáculo dinámico, sin descanso -ni físico ni mental- para los dos protagonistas. Y ha contado con la inestimable colaboración de Roberto Álamo y Sergio Peris-Mencheta. El primero encarna a un hombre vehemente, sanguíneo, precipitado. El segundo es reflexivo, depresivo y callado. Pero no sabe uno del lado de cual quedarse. Hablo de los personajes y también de los actores, soberbios, entregados, carnosos, magnéticos. Con el pincel más fino para dibujar cada uno de los contrastes, que el director subraya con precisión.
No hace falta decir que salí de la función profundamente emocionado y conmovido por un trabajo sobresaliente, una de las mejores funciones que he visto últimamente.