A través de éstos tres personajes y otros que irán apareciendo a lo largo de la novela, vamos conociendo de primera mano cómo fueron aquellos días y en qué grado afectó a los habitantes de Japón. Si ha habido algo que me ha gustado especialmente de la novela, es que el acercamiento a esta tragedia se hace a través de los ojos de los ciudadanos de a pie, los que realmente sufrieron. El libro es muy duro porque no escatima en detalles escabrosos, por otra parte necesarios, como la descripción de cientos de cadáveres abrasados por las calles o las secuelas de la radiación. Sin embargo, el autor trata todos estos horrores con suma sensibilidad, sin demorarse en ellos más de lo necesario, el estilo sobrio y sencillo es realmente lo que nos horroriza, ya que Masuji Ibuse nos describe las situaciones sin intervenir ni opinar, tan sólo apuntando los hechos. Llama la atención también cómo el resto de japoneses no afectados marginaban a los enfermos, tanto porque éstos no podían trabajar y los tachaban de vagos, como por miedo al contagio. Es curioso también, cómo en los primeros días del lanzamiento de la bomba, nadie sabía de qué se trataba, aún no se conocía lo que era una bomba nuclear, por lo que los médicos no sabían cómo tratar esta nueva enfermedad, y los que no murieron en el acto, fueron haciéndolo en días posteriores.
Masuji Ibuse nació en el distrito de Kamo (Hiroshima), por lo que conoció directamente la tragedia. El autor recopiló testimonios, cartas y diarios reales para documentarse y poder contarnos esta historia necesaria, especialmente, para que no se olvide y no vuelva a producirse una barbarie semejante. Por este libro Masuji Ibuse recibió el Premio Noma y La orden al Mérito Cultural, el más alto honor que puede obtener un autor japonés. El libro fue adaptado al cine por Shohei Imamura, el director de la maravillosa Balada de Narayama, en 1989.
Los ataques sobre Hiroshima y Nagasaki fueron ordenados por el presidente norteamericano Harry Truman, el sw Hiroshima tuvo lugar el 6 y el de Nagasaki el 9 de agosto de 1945. Se estima que hacia finales de 1945, las bombas habían matado a 140.000 personas en Hiroshima y 80.000 en Nagasaki, aunque sólo la mitad había fallecido los días de los bombardeos. Desde entonces, se han producido muertes por leucemia y distintos cánceres asociados a la radiación, así como malformaciones en los bebés nacidos posteriormente, todavía siguen muriendo personas a causa de la bomba. Seis días después de la detonación sobre Nagasaki, el 15 de agosto, Japón anunció su rendición incondicional, haciéndose formal el 2 de septiembre con la firma del acta de capitulación, con lo que se dio fin a la II Guerra Mundial. Todavía hay opiniones encontradas, los hay que defienden que sin esta intervención militar, no se habría podido dar fin a la guerra. Por otro lado, están los que la consideran una medida desproporcionada y afirman que el ejército japonés se encontraba muy debilitado y que el fin de la guerra hubiera estado próximo sin necesidad de acabar con tantas vidas humanas.