Qué sorpresa, palabra, tu sencillez al vuelo,
el ala que de pronto golpea en el cristal
y pone en guardia a todas las vírgenes prudentes
con nada más que el leve chispazo de un candil.
Porque en la lejanía de los libros usados
y en sus oscuros nombres llenos de laberintos
hay un sueño ligero que la noche me trae
para unir el goteo de su voz a mi voz.
Queda del día un poso de ceniza oloroso
y muecas sibilinas de torvos personajes
y está la idolatría de los pueblos sin sangre
y los enigmas acres que arrastra el huracán.
Y son señales todas de un cielo asaeteado
por los revoloteos de murciélagos drones
que astillan las pantallas de los cubiles tristes
como una extraña forma de ponerse a llover.
Imagen de autoría desconocida. Tomada de aquí.
* Superados los efectos del Viernes 13 y su poder corrosivo, aquí está la versión restaurada del poema. Disculpen el desconcierto, si lo hubo. Y gracias, como siempre, por la atención.