Por Cristian Bonomo director de Orphenica Lyra, músico de La Nube Mágica y columnista de La Otra.-Radio.
Cada cuatro años, un nuevo Mundial trae el recuerdo intacto de una tarde inolvidable.
22 de junio de 1986.
Imaginen a un chico cumpliendo quince años, con el fútbol a pleno, viviendo un Mundial con un Maradona a pleno.
Luego del almuerzo en familia llegó la torta, y con ella, la ceremonia de los deseos; adolescentemente mis tres deseos fueron:
Ganarle a los ingleses, no recuerdo, no recuerdo.
¿A cuántas personas se les cumple un deseo instantáneamente?
Primero, el gol de la picardía, o de la trampa, o de la impotencia.
Luego, el gol de la magia, y del tiempo y también, de la impotencia.
La memoria de aquel día es el regalo más preciado que he recibido en un cumpleaños.
Cada junio me repito contando una historia que me invade en un sueño recurrente, donde un colectivo, un túnel en Castelar que al salir desemboca en un campo de juego, o cualquier otro escenario me sorprende encontrándome con el Diego, pidiéndole con emoción y ansiedad que me escuche unos minutos para poder contarle de mi alegría por ese regalo infinito.
Mi recuerdo más antiguo con Maradona viene de mi infancia, en un partido entre Huracán y Argentinos Juniors de finales de los setenta, cuando mi abuelo, un fanático que me llevaba a ver a Huracán (yo soy de River) se me acercó al oído y señalando con el dedo en un tiro de esquina me dijo: Ése, ése es Maradona.
Los mundiales siguen y siguen.
Hace pocos días, luego de enfrentar a Irán, intentaron tildar al Diego de mufa.
En ese partido, al descubrir su presencia en el estadio a través de las pantallas gigantes, la hinchada comenzó a cantar, Die gó, Die gó, luego siguió el Maradooooo, Maradooooo. Siempre me sumaré a esa música.
También, en estos días del Mundial de Brasil, escuché a Maradona decir: A mí me pegaron en todos lados menos en la memoria. También me sumaré a esa música.
[Nota del editor: conocí esta historia durante el transcurso del Mundial, el día de aniversario de estos famosos goles de Maradona. Creí que la anécdota debía ser compartida en un día especial... Y hoy llegamos a ese día. Que sea el mejor epílogo.]