En este mismo año, nos advierten por activa y por pasiva que hay que tomarse en serio la salvación del euro porque, en caso contrario, vamos a una ruina imparable. A continuación, anuncian que la unión monetaria europea exige una unidad presupuestaria.; es decir, un ritmo de consumo y gasto. Pero eso ¿cómo se puede hacer con 27 países con autonomía plena?. Inmediatamente lanzan el globo sonda de que hay que ir pensando en dos o tres Europas de distinto ritmo: los ricos, los de clase media y los pobres. Esto, por más que nos lo expliquen, nadie se lo quiere tomar en serio.
Desde un punto de vista económico y sin ningún rigor, me permito poner un ejemplo a vuela pluma. De los 27 países miembros, Austria (1995), Bélgica (1952), Dinamarca (1973), Francia (1952), Alemania (1952), Luxemburgo (1952), Países Bajos (1952), Suecia (1995) y Reino Unido (1973) serían los que van en el vagón de primera clase. Chipre (2004), Finlandia (1995), Grecia (1981), Irlanda (1973), Italia (1952), Malta (2004), Polonia (2004), Portugal (1986) y España (1986) irían en el de segunda clase. Todos los demás: Bulgaria (2007), Estonia (2004), Hungría (2004), Letonia (2004), Lituania (2004), Eslovaquia (2004), Eslovenia (2004), República Checa (2004) y Rumanía (2007) irían en tercera clase.
Dos países han tomado el timón y se han constituido en líderes de la Comunidad Europea, aunque nadie, que sepamos, ha dado su voto a Alemania y Francia. Y uno de los caracteres que exige la CEE es la constitución de una Europa democrática elegida por sufragio universal. Sin ese paso, no se podría constituir un gobierno soberano. Por añadidura, el Reino Unido se desmarca de la Nueva Europa, como ya hizo con la moneda única. Es decir, que están con la CEE cuando les interesa y no cuando los demás estados miembros lo necesitan.
Está claro que, tras la Europa del Euro, se comienza a despejar una Nueva Europa, con un gobierno democrático, que nos llevaría a un segundo paso trascendental, una Federación de Estados y un solo País. Pero uno se pregunta; En las condiciones actuales, ¿se puede tomar en serio lo de Europa?
JUAN LEIVA