El agua está todavía helada, pero donde hay patrona... Al rato es su hermano el que me reclama. Luke lleva un buen rato metiéndose al agua por su cuenta, pero no se lanza del todo. Hasta que me ve y ya no se separa de mí. Más de media hora peleándonos con las olas y riendo en equipo. Salimos contentos, cansados y temblando de frío. Leia y el resto de niños están levantando y destruyendo castillos, pateando una pelota, tirándose arena y salpicándose. Pero nosotros nos acurrucamos con las toallas, él sobre mis rodillas como cuando era un bebé. Reímos, jugamos, incluso cantamos. No hay forma de que se una al juego de los demás, porque quiere quedarse conmigo.
Se acaba la mañana y seguimos juntos bajo la sombrilla. Ya tengo que volverme a comer para irme a trabajar. Y Luke prefiere venirse conmigo en vez que quedarse con los demás en la playa. Cuando salgo ya están todos en casa, y al último que le doy un beso antes de marcharme es a él. Me queda una hora de carretera, pero me llevo un pensamiento dando vueltas en la cabeza: esto debe ser lo del apego.
La rutina de estos días se parece bastante a la de años anteriores. Entre la Academia Jedi de verano y mi trabajo hay unos 100 kilómetros, pero hasta que no lleguen mis días de vacaciones no queda más remedio, y seguiré haciendo las idas y vueltas que haga falta. Lo que sea por estas mañanas. Así discurrió, más o menos, la primera de este año en la playa. El verano promete.
¡Que la Fuerza os acompañe!
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