Revista Cultura y Ocio
Por Eloy González
En España hay mucha cultura de lo gratis. Demasiada. Es bastante normal ver la felicidad de la gente cuando va a un concierto, acto social, curso etc. y dice que es “gratis”. Lo recomiendan a sus amistades como presumiendo de haber encontrado un filón él solito o ella solita (perdón por el inclusivo absurdo), como si fuera un gurú de encontrar cosas.
Recuerdo que en mis tiempos de marketing online, o sea, de trabajar “en internet”, solía tener debates con un compañero bastante meticuloso con todo, una especie de orfebre digital. Se encargaba de tratar con los webmasters que ponían nuestro banner de publicidad en sus webs, los llamados afiliados.
Me insistía en que “o ponemos la palabra GRATIS en el banner o no nos lo ponen”, así de literal. De poco valían mis contraargumentos de que “lo gratis quita valor y credibilidad a cualquier cosa”. No servía de nada. O gratis o nada, como aquel “O César o nada” de los Borgia y antes en el episodio de cruzar el Rubicón con César de verdad. El compañero en cuestión remataba el asunto diciendo: “en España gusta mucho lo gratis”.
Supongo que hay muchas razones que explican este despropósito en la sociedad española. Como en todo, hay más razones de las que parecen, unas más acertadas que otras, unas más significativas que otras pero todas suman.
Vayamos a ello.
Como siempre, tiremos de Historia, que es lo que explica todo y lo que te ayuda a entender lo que pasa hoy en día. Un buen inicio es pensar que en España nunca ha habido un liberalismo económico serio y con altura de miras. Y es precisamente ese liberalismo, ese hacer negocios y sacar provecho de ello, el que te hace espabilar, buscarte tus habichuelas, sacarte tus propias castañas del fuego y no esperar a que nadie te dé o lo haga por ti.
Cuando Adam Smith en el siglo XVIII hablaba de las “Riqueza de las naciones”, aquí estábamos en otra película. Estábamos aun en el mercantilismo clásico de acumular oro y plata, acumular por acumular. Lo mismo se puede decir cuando se inició la Revolución Industrial, logro inglés. Anteriormente, ingleses y holandeses, entre saqueo y saqueo de galeones españoles (que realmente no fueron tantos), habían fundado las Compañías de Indias Orientales, de comercio entre las colonias y las metrópolis, para entendernos. España nunca creó nada parecido, de esa magnitud al menos.
Esta falta de espíritu de sentido comercial lo achaco en gran parte al catolicismo salido de la Contrarreforma que resultó un freno para esta antigua forma de globalización.
España no estaba tanto para formar emporios comerciales sino para evangelizar, crear nuevas ciudades, universidades o monasterios en el Nuevo Mundo. Esto del comercio se veía como muy judío o muy protestante, que no se sabía muy bien qué era peor.
Ya en el siglo XX la cosa no fue mucho mejor. Franco no era economista, era simplemente militar africanista que sabía poquita cosa de economía o de comercio. Lo dejó todo en manos del partido único, la Falange, que paradójicamente y por muy increíble que le pueda parecer a mucha gente, era muy de izquierdas en lo económico. Empresa pública y sindicato… es decir, nada liberal, poco o nada de libertad de mercado y menos aun, de técnicas de vender, márketing etc.
Todo eso nos lleva a que el español medio crea que el Estado debe proveer sí o sí, como dicen los horteras. Lo que cueste o de dónde se saque el dinero, importa poco. Tenemos prueba de lo poco que importa con el tema del copago en la Seguridad Social. Puede haber hasta muertos sacar el debate mismo. Es algo muy habitual en otros países pero en España, con la cultura de ir “gratis al médico” que desarrolló Franco por cierto, es palabra tabú.
Ciertos servicios de la Sanidad serían mucho mejores si el interesado “paga algo”. Se racionalizaría el servicio. Pero no. Cojan el tema del dentista, por decir uno. Tenemos fraudes que afectan a miles de personas, los caraduras de iDental por ejemplo, sencillamente porque no hay un copago en el dentista, como en Francia sin ir más lejos. El paciente paga algo, menos que en un privado pero paga. El servicio se mantiene perfectamente y se evita que 4 sinvergüenzas o 2.950 se aprovechen de esa debilidad del sistema.
Puedo citar un ejemplo cercano que demuestra que “pagar algo” es lo que da éxito, valor y continuidad. Aquí en Gijón hace más de 30 empezó a funcionar una cosa llamada Universidad Popular (nombre muy de izquierdas, claro), la conocida popularmente como la UP. Cada septiembre y febrero se ofertan cientos de cursos de todo tipo con miles de plazas disponibles: desde cursos para tocar el bajo o la gaita hasta de cocina, de manualidades, de pintura, de dibujo, de idiomas, de Historia, de tenis, bádminton, lo que quieran... Créanme que las plazas de muchos cursos se agotan el primer día y que a la semana, no queda ni una plaza libre en ningún curso.
El “secreto” está en que lo que se paga por plaza es muy asequible. La hora de curso te puede salir por menos de 3 eur. Una hora de curso de tenis te sale a 1,30 eur. por ej. Es un socialismo muy bien aplicado y gestionado, la verdad sea dicha. Fue una iniciativa del ayuntamiento socialista de turno, que se ha mantenido en el tiempo con una enorme aceptación social. Y obviamente, no hay un curso que sea gratis.
En España necesitamos fomentar la cultura de que “nada es gratis”. Todo tiene un precio, un valor y un trabajo detrás, como explicaba Adam Smith hace más de 2 siglos. Aunque me temo que con el populismo instalado en Moncloa, vamos a tener que esperar. Más impuestos, más subvenciones, más rentas básicas más “sueldos mínimos”, más irresponsabilidad rampante de unos tipos instalados en que el dinero no es de nadie y que no importa de donde salga. Nosotros lo gestionamos, lo repartimos y nos vamos a arruinando todos.
Necesitamos un Estado más mínimo, menos confiscador, menos impuestos y por ende, más dinero en el bolsillo de cada uno para que pueda elegir dónde gastarlo.