Cada día tenemos la oportunidad de volver a nacer. Da igual cómo nos parieron. Cómo nos educaron. Cómo nos amaron. HOY decido cómo quiero que sea mi vida. HOY decido cómo quiero ser.
Siempre he sido una firme defensora de que el pasado se tiene que quedar en el pasado. Que todo lo que fuera volver atrás, era hurgar en la herida. Un ‘doler por doler’. Una no aceptación del Ahora. Un ir a buscar lo que te falta en otro lugar que no es dónde en este momento tus pies están. Por eso, nunca he sido partidaria de las terapias que te hacen volver a un tiempo que no es el Presente para sanar ‘lo que sea’.
Pero siempre es demasiado tiempo… y nunca demasiado poco.
Creía que solos, podíamos. Que si teníamos el conocimiento, no necesitábamos a nada ni nadie más. Que si pedíamos ayuda era porque no confiábamos lo suficiente en nosotros.
He empezado el año fuerte. Todo eso a lo que me aferraba ha salido a la Luz para que yo le prestara atención. Y una vez observado, una vez sentido, me ha llevado al miedo que había oculto tras todas esas excusas en las que me escondía. Y en cuanto lo haces consciente, tienes dos opciones. O lo sueltas, o lo vuelves a ocultar. La segunda opción, para mí no es una opción. Porque hay una voz, La Voz, que sale del Corazón, que es mucho más poderosa que la que surge de la mente.
Entonces, sueltas todas las riendas con las que intentabas controlar lo que debías sentir y lo que no, y te dejas llevar por ese impulso. Sin saber hacia dónde vas. Sin saber el motivo. Sin ninguna razón. Sólo sabes que es ‘por ahí’ y no tienes ninguna duda. Y aunque tienes claro que vas a tener que meterte en el meollo de tu cuestión, de lo que llevas huyendo tanto tiempo (inconscientemente), no te importa. Porque detrás de toda esa capa de emociones que en su día se te quedaron dentro y que te impiden Ver y Respirar ‘a lo grande’, estás Tú.
Ha llegado la hora de SER para poder HACER. Y el único camino posible es ir hacia Dentro. Hacia la raíz de la que no quería ni oír hablar pensando que no era la vía correcta. Antes, tienes que pasar por tu oscuridad para SENTIR lo que en su día rechazaste, y de eso modo poder abrazarla, Amarla e iluminarla.
La resistencia a ello es lo que nos provoca el sufrimiento, el dolor de más. Una vez te rindes y lo aceptas, surge una paz, una liberación, que te confirman que ‘por aquí, sí’. Y no necesitas saber nada más. Y tienes la absoluta certeza y confianza de que todo saldrá bien. De que ése es el Norte que habías perdido. Y esa nube de dudas, de impedimentos, de ‘sí pero no’ que te envolvían, se desvanecen en el mar.
Cuando no somos capaces de expresar una EMOCIÓN, la condenamos a cumplir cadena perpetua en nuestro interior. Cargamos con ella allá a dónde vamos. Allá donde nos quedamos. Es la piedra en el zapato que nos provoca la famosa HERIDA. No es lo que nos pasó, es lo que no supimos hacer con ello. Le arrebatamos el sentido de su vida, de su misión, que no es más que ‘ser sentida’. Las emociones no son nuestras. No son de nadie. Y al retenerlas, por rechazo o por apego, les cortamos las alas. Las aprisionamos. Y se quedan enganchadas en nuestros cuerpos (físico, mental, emocional y/o espiritual), provocándonos enfermedades de todo tipo.
Por eso, a veces, es necesario Recordar para que los recuerdos ocultos regresen a su hogar. Nos están llamando la atención todo el rato. De diferentes maneras. Quieren que les hagamos el caso que no les hicimos con anterioridad. Que los saquemos del olvido, del abandono en el que los metimos, para que puedan volar hacia el cielo y más allá. Y para que nosotros podamos continuar.
Lo importante no es cómo empezó mi Vida, sino cómo la voy a acabar. Y esto, sólo depende de mi.
Si tú cambias, todo cambia.
Aunque, aparentemente, ese todo… siga igual.
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