Lo malo de los canguros o mochilas portabebés (III)

Por Rosavison

Aunque se dice que uno de los inconvenientes graves de los cochecitos actuales es que están diseñados siempre para que el niño vaya de frente y esto significa que no puede mantener contacto visual con quien le lleva y se impide la conversación, lo bueno que tienen es que el niño aprende a mirar a lo lejos. Lo mismo pasa con los canguros.
Cuando el niño es un bebé recién nacido, estas mochilas permiten a los padres subir y bajar escaleras con comodidad, poder coger transportes públicos o ir a hacer la compra; actividades que de otra manera con un carrito, sería mucho más pesado, más difícil y más lento. Además, por un lado, son seguros, ya que dejan libres los brazos y las manos del adulto para que pueda apartar cualquier obstáculo o detener una caída; y por otro lado, evitan la tensión física, porque cargan el peso del bebé de forma más homogénea en el centro del cuerpo, y no en uno de los brazos o la cadera.
Con respecto al niño, siempre que no esté oprimido, tiene la ventaja de la proximidad con el cuerpo del portador y del ritmo que le proporcionan sus movimientos.
Pero:

  • Visualmente el niño se encuentra “metido” en el pecho de la madre o del padre y se le obliga a forzar lateralmente su cabeza para poder mirar al mundo exterior. Esto hace que si siempre gira la cabeza en un mismo sentido pueda favorecer uno de sus ojos desencadenando una ambliopía u ojo vago. Está condenando constantemente uno de sus ojos.

  • Esta postura del cuello y también de su cuerpo estirado, es antinatural, ya que la postura normal en los primeros meses de vida del bebé es en flexión, posición fetal o cuerpo curvado, por tanto estamos obligándole a estirarlo y no lo hace de manera natural en su desarrollo en el suelo. Le estamos haciendo que se salte etapas en su desarrollo motor y neurológico.
  • A nivel corporal, en los menores de 3 meses, es preciso que una vez colocado en el canguro nos aseguremos de que el bebé queda sentado (y no colgado) con sus piernas correctamente colocadas, así contribuimos al desarrollo normal y correcto de sus frágiles caderas.


Cuando el bebé es recién nacido el canguro ayuda a los padres a transportarle como si le cogieran en brazos pero sin hacer fuerza con ellos. Le tiene cerca de su pecho y el bebé sigue notando los latidos del corazón de la persona que le porta y eso le calma. Pero realmente es como una bolita dentro del canguro que no mira a ningún lado. Cogiéndolo en brazos al menos mira la cara del adulto que lo coge.
Las mochilas resultan apropiadas para el niño que ya sabe estar incorporado. Así, cuando el bebé ya tiene unos meses y ya empieza a controlar la fuerza de su cuello, ya puede mirar a los lados o hacia arriba, ya puede sacar su cabeza del canguro y mirar lo que hay fuera, pero si le llevamos contra nuestro pecho le complicamos la tarea.
Psicológicamente llevarlo hacia dentro (contra nuestro pecho) permite que el niño tenga siempre contacto visual con el portador, pero si le llevas hacia fueray le tocas y le hablas, él también se siente seguro y así le permites mirar más allá de tu pecho o tu cara, y aprende a utilizar su enfoque. Aún llevándolo hacia fuera estas "mochilas" tiene algo malo, y es que obligan al bebé a mirar en un plano vertical cuando quizás aún no controla su visión en el plano horizontal (en el suelo).
Por tanto, si a esta edad existe la necesidad de llevar al bebé en el canguro, siempre es mejor hacerlo mirando hacia fuera. Pero sin abusar.
Si el bebé, ya no es tan bebé y cuando se cansa de andar en vez de subirle a un carrito, se le coloca en una mochila a la espalda, ésta debe permitir que el niño pueda mirar por encima de nuestro hombro si lo desea:

Más información que los padres han de saber sobre los canguros.