Pensemos en la descripción verbal del efecto de la gravedad: si tiramos una bola cae. Cierto, pero inexacto, para frustración de los científicos. ¿Con qué velocidad cae la bola? ¿Cae a un ritmo constante o acelerado? ¿Caería más rápidamente una bola más pesada?
Más palabras, más frases proporcionarían más detalles, inflándose hasta convertirse en un párrafo difícilmente manejable y aún incompleto. Lo maravilloso de las matemáticas es que captan con precisión en unos cuantos símbolos lo que sólo se puede describir torpemente con muchas palabras. Esos símbolos, reunidos en un orden con sentido, componen ecuaciones, que a su vez constituyen el corpus de conocimiento más conciso y fiable del mundo. Y de esa forma, la física ofrece una ecuación muy sencilla para calcular la velocidad de una bola al caer.
Kenneth Chang en What makes an equation beautiful?
Conocí este artículo a través de uno de mis alumnos del Máster de Enseñanza Secundaria (vía Dpto. Física y Química del IES Sierra Magina). Es cierto que una ecuación matemática abarca, en muy poco, lo que el verbo tardaría mucho en poder decir... y a las pruebas me remito. ¿O acaso no nos dedicamos los profesores a verbalizar las fórmulas para que los alumnos las entiendan mejor?
En fin, que esta es mi opinión, pero prefiero escuchar las vuestras.
Tito Eliatron Dixit
PD: Esta entrada forma parte de la Edición 2.4 del Carnaval de Matemáticas cuyo anfitrión es el blog Seis Palabras.
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