Haciendo una gira de conciertos de
solista con orquesta por diversos teatros y auditorios, excepto en
esta ocasión que fue en una iglesia, recuerdo que cuando salimos el
director y yo al escenario nos dimos cuenta, con gran asombro, de que
el piano no estaba. Dimos media vuelta por donde habíamos venido y a
esperar.
Cuando nos comunicaron que todo estaba
preparado, volvimos a salir y comprobamos que el piano no estaba
colocado en su sitio habitual. Un tanto perplejo bajé fuera del
escenario y me dirigí hacia el púlpito; allí abajo estaba colocado
bastante lejos de donde se encontraba la orquesta.
Quiero apuntar que hasta el simple acto
de sentarme en la banqueta, fue delicado para mi salud física, pues
tuve que inclinarme para no golpearme la cabeza con la base del
púlpito. Aquí no acaba todo esto pues, una vez acabado el
concierto, se me acercan algunas personas y me comentan que, durante
el concierto, el público visionó como una anciana con torpes
andares, iba directa hacia mí y, a unos pocos metros de mí, la
pararon; lo que quería era preguntarme a qué hora empezaba la misa.
PEDRO SALVATIERRA
En mis comienzos como músico, en una ocasión cuando llegué al lugar de
la actuación con un grupo de cantantes a los que iba a acompañar el
concierto, comprobé que no había piano y el organizador nos preguntó
sorprendido si no lo llevábamos nosotros.
AURELIO VIRIBAY
Bueno! La verdad es que tengo un montón de anécdotas, pero ahora
mismo me viene a la cabeza una en la que Sole Giménez y yo estábamos
en un programa de radio en directo en un Auditorio y con público.
Teníamos que interpretar dos temas solamente y a mí me habían
puesto un piano eléctrico. En el segundo tema recuerdo que el piano
dejó de sonar y Sole y yo nos miramos por un segundo sin saber muy
bien que hacer, pero debido a que estábamos en directo seguimos
adelante.
Luego nos dijeron que solo había desaparecido el sonido
del piano en el Auditorio pero en la radio había funcionado normal.
Lo cierto es que fue una experiencia insólita para mí tocar un
tema casi entero sin escuchar nada el piano y para Sole Giménez
poder cantar sin escucharlo y mantener la afinación. A veces nos
reímos al recordarlo aunque en su momento creo que no nos hizo tanta
gracia
RICARDO BELDA
Hace poco toqué para la prestigiosa
sala de “Amici del Loggione del Teatro alla Scala” en Milán.
Cuando terminé el concierto se me acercó el presidente de la
Fundación Wagneriana y me invitó a unas masterclasses en Cuba. Yo
acepté pensando que iría a participar a un curso, pero cuál fue mi
sorpresa cuando entiendo que era yo quién tenía que dar las master
classes a jóvenes músicos en Cuba. El proyecto sigue en marcha.
ANDREA GONZÁLEZ