―¡Excelente pregunta! Verás, nos movemos a través del espacio a una aceleración constante de 1G, mientras que cuando llegamos a un espaciopuerto, los módulos de la nave giran alrededor del eje central y lo que ahora son las paredes se convierten en el suelo y viceversa. Conseguimos colonizar el Sistema Solar gracias al desarrollo de motores de fisión nuclear y revestimientos antirradiación, y entonces nos encontramos con ellos ... Unos seres despiadados con una biología levógira basada en el silicio en lugar del carbono... Pero creo que ahora mismo no te interesa, ¿no?
―Pues no, porque juraría que tenemos a uno de ellos delante y me está mordiendo una pierna con sus colmillos levógiros de silicio.
De algo así hablamos cuando hablamos de ciencia ficción dura. También podemos aportar una definición algo más técnica, si es necesario. La expresión se empleó por primera vez en un medio escrito ― Astounding Science Fiction― en 1957 por parte de P. Schuyler Miller para referirse a Islands of Space, de John W. Campbell, Jr (que, por cierto, a Theodore Sturgeon le pareció una patraña). Se suele entender por ciencia ficción dura una categoría de la misma que se caracteriza por su atención al rigor científico, el realismo y la lógica. Esto a veces puede resultar en parrafadas técnicas de worldbuilding que hacen las delicias de algunos y tirarse de los pelos a otros.
Como tantas otras categorías relevantes en esta vida, no se trata de una categoría binaria, sino de un espectro: en tvtropes.org se refieren a él de manera jocosa como la Escala de Mohs de Dureza de la Ciencia Ficción (en honor a la escala de Mohs de dureza de los minerales). En el polo duro de la ciencia ficción encontramos algunas narraciones en las que se han extrapolado tecnologías que se están investigando hoy en día pero aún no existen; en otras se concede que alguna ley física es diferente de la real y se exploran las consecuencias. Teóricamente, no vamos a encontrar vampiros, ectoplasmas o magos, salvo que se dé una explicación científica para tales fenómenos, que en ocasiones es parte de la diversión.
La ciencia ficción dura existe al menos desde los tiempos de Jules Verne, así que, naturalmente, muchas obras han quedado obsoletas con el avance de la ciencia, pero eso no disminuye su dureza: esta depende de los conocimientos disponibles en el momento de su génesis.
Nos habéis pedido una selección de lo mejor de la literatura de ciencia ficción dura de los últimos años y nosotras cumplimos. Vamos allá.
A donde ningún ser humano ha llegado antes
En primer lugar, podemos distinguir, en cuanto a temática, narraciones que se centran más en las llamadas ciencias duras y que siguen el legado de los autores de ciencia ficción dura de la era dorada: Isaac Asimov, Arthur C. Clarke y Robert A. Heinlein. Se trata de novelas acerca de exploración y colonización espacial, centradas en la ingeniería y la física de tales situaciones, y, según nos acercamos al polo blando, llegamos a la space opera.
Kim Stanley Robinson es un nombre clásico en esta subcategoría, especialmente por su Trilogía Marciana (Marte Rojo, Marte Verde y Marte azul). Minotauro ha publicado recientemente su novela Aurora, acerca de una nave intergeneracional que viaja a Tau Ceti para fundar una colonia humana, y , que combina una biografía de Galileo Galilei y un retrato de una sociedad futura que habita en las lunas que él descubrió. Booket ha publicado 2312, que recibió el Premio Nebula a mejor novela y estuvo nominada al Premio Hugo.
Otro autor recomendable es Robert Charles Wilson. Fue nominado al Hugo en 2002 por , en la que aparecen espontáneamente una serie de monolitos conmemorando las victorias de un señor de la guerra que aún no existe. Su novela Spin ganó el Premio Hugo a Mejor Novela en 2006; lamentablemente, la edición de Roca en la colección Omicrón está agotada. Spin cuenta la historia de tres jóvenes y las consecuencias que tiene en sus vidas la aparición de una membrana alrededor de la Tierra que hace que transcurran 100 millones de años en el exterior de la misma por cada año en su interior.
Se trata de una saga muy conocida, pero creo que no puedo dejar de mencionar The Expanse, de James S. A. Corey, que comienza por El despertar del Leviatán y de momento ha sido traducida y editada por Nova en español hasta la cuarta entrega, La quema de Cíbola. La saga está ambientada en un futuro en el que el Sistema Solar ha sido colonizado y existen tensiones políticas entre los habitantes de los planetas internos, los del cinturón de asteroides y los de los planetas externos. Tampoco puedo olvidarme de Las estrellas son legión (alias Lesbianas en el espacio), de Kameron Hurley y publicado en Runas. ¿Quién no querría leer acerca de unas naves interestelares de naturaleza cyborg y una guerra sin cuartel, ahora con un 0% de hombres? Otra grande es Anne Leckie, cuya trilogía Imperial Radch ha sido publicada en España por Ediciones B.
Por supuesto, tengo que venderos a mi autor de space opera favorito, el galés Alastair Reynolds. Su universo más conocido es el de Espacio Revelación, que incluye una trilogía de novelas (Espacio Revelación, El Arca de la Redención El Desfiladero de la Absolución), dos precuelas, dos antologías de relatos y novelas cortas y una novela independiente, Ciudad abismo, por la que os recomiendo que empecéis. Esta novela independiente sigue las aventuras de Tanner Mirabel, que ha viajado años luz para vengar la muerte de su jefe a manos de un noble postmortal llamado Argent Reivich. Cuando llega al Sistema Yellowstone, descubre que la colonia más próspera de la humanidad ha caído presa de una infección de nanobots que ha dejado obsoleta la mayor parte de su tecnología. Para colmo, Mirabel contrae un virus que le hace tener visiones del pasado de Sky Haussmann, el fundador de la colonia amado y odiado a partes iguales. Como curiosidad final, dos relatos cortos de Zima Blue and other stories (lamentablemente sin traducir a día de hoy) han sido adaptados en la antología de animación de Netflix Love, Death and Robots: "Beyond the Aquila Rift" y la maravillosa "Zima Blue".
El panorama de literatura indie también tiene ciencia ficción dura de gran calidad que ofrecernos. En Libros Prohibidos os hemos hablado de algunos de ellos: tenemos, por ejemplo, Proyecto Alfa de Caryanna Reuven, acerca de la relación entre una neurocientífica y un especímen artificial; Estación Central, de Lavie Tidhar; Rubicón de Juan González Mesa, que narra la migración masiva de la humanidad a Marte por el inminente impacto del asteroide Dolmen; la space opera Alma 2718 de Javier Font; y El ojo de Dios de David Luna Lorenzo y Yabarí de Lola Robles, ambos acerca de la colonización y explotación de recursos de planetas lejanos. Por último, he de decir que La belleza del uróboros, de Javier Castañeda de la Torre, me ha dejado absolutamente encandilada: una historia de viajes en el tiempo y a la vez una especie de pesadilla ontológica borgiana. Desde Origen Cuántico también nos recomiendan Antrópica, de Alberto Moreno Pérez y El ladrón cuántico, de Hannu Rajaniemi.
Como aparte, porque se encuentran más cerca del polo blando del espectro, tampoco puedo dejar de recomendar la magnífica Rosalera de Tade Thompson y la simpática El largo viaje a un pequeño planeta iracundo de Becky Chambers.
Doctor, me ha salido un bulto aquí
Pero la ciencia ficción dura no solo trata de naves interestelares y desde que se acabó la carrera espacial tenemos otras preocupaciones.
Nuestro viejo amigo Kim Stanley Robinson también se ha adentrado en esta temática con Nueva York 2140, en la que esta ciudad ha sido parcialmente invadida por el mar por efecto del cambio climático; la novela es muy crítica con el capitalismo de mercado y los sistemas financieros. También encuentro muy interesante Planeta azul, de Jeanette Winterson, una historia de amor post apocalíptica apreciada por Ursula K. LeGuin; y Solar, de Ian McEwan, una sátira acerca de un cínico ganador del Nobel de Física que busca una solución al cambio climático.
Para los que quieran explorar otros ecosistemas editoriales, yo le echaría un ojo a The Wall de John Lanchester, The Water Cure de Sophie Mackintosh y a South Pole Station de Ashley Shelby.
No solo nos preocupa el daño que le estamos haciendo al planeta, sino el destino de nuestros propios cuerpos. Aquí hemos reseñado obras como El gen Alexander, de María Angulo, o El cirujano, de Carlos Pérez Casas, ambos preocupados por la lucha contra el envejecimiento y la búsqueda de la eterna juventud. Dentro de la misma temática, también podemos encontrar El fuego sagrado de Bruce Sterling. Y, por supuesto, el cuerpo de la mujer, por ser capaz de llevar a término una gestación, es objeto de reflexión por derecho propio, como vemos en la antología ProyEctogénesis, una colección de relatos acerca de las posibilidades de la gestación ectópica; y Nueva madre de Eugene Fischer, que imagina una epidemia de embarazos espontáneos.
Nancy Kress es una grande en esta categoría, en las dos vertientes que aquí he esbozado. Es deliciosa la lectura de su novela corta Mendigos en España (que sin duda merece una reedición), acerca de un grupo de personas modificadas genéticamente para que no necesiten dormir y la virulenta reacción de la sociedad contra ellos. Kress aprovecha la premisa para lanzar al aire una serie de preguntas acerca de lo que significa la igualdad cuando somos conscientes de la inmensa diversidad de los cuerpos, de los derechos con respecto a la salud y del capacitismo. También gano el Nebula a Mejor Novela Corta en 2012 por After the Fall, Before the Fall, During the Fall, un thriller con extraterrestres, catástrofes ecológicas y viajes en el tiempo.
Una red social es la mejor amiga de una chica
En los últimos años, internet y la sociedad de la información han cambiado nuestras vidas de formas que no nos imaginábamos, y la ciencia ficción está aquí para reflexionar sobre las consecuencias. Hemos reseñado El Rumor de Javier Sierra, que imagina un inquietante mundo en el que la manipulación mental es posible a través de la música; y la antología de David Olier Memoria selectiva. Por el momento, pocos autores se han aventurado por este camino, pero tenemos algunas obras interesantes esperando a ser traducidas: The Red Men, de Matthew DeAbaitua, en la que los avatares de los trabajadores de una corporación empiezan a actuar por voluntad propia con inquietante resultado; Kill Process de William Hertling, acerca de un algoritmo diseñado para explotar el miedo de los usuarios; e de Malka Older, acerca de unas elecciones presidenciales en las que el monopolio de los motores de búsqueda jugará un papel esencial. Algo absolutamente extraordinario de Hank Green, una sátira acerca de los fenómenos virales, ha sido publicado por Nube de Tinta.
Y con esto espero que vuestra lista de pendientes quede bien nutrida para una larga temporada. ¿Me he olvidado de vuestro favorito? ¿Hay algún libro que necesite leer con urgencia? ¡Dejádmelo en los comentarios!
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