Hoy, igual que sucedió el 12 de mayo del año pasado, una de cal y otra de arena. Recuerdo con nitidez cómo hace exactamente doce meses me desperté con la única intención de celebrar un cumpleaños muy especial, pero toda mi alegría se esfumó de golpe al conocer la muerte del maestro Antonio Vega. Qué decir de ese chico triste y solitario, como muchos de vosotros tuve la suerte de crecer con sus canciones y cuando se le apagó la respiración sentí que, de alguna manera, una parte de mí se iba con él al cielo... Si la música me ha dejado una espina clavada es la de sólo haber visto un concierto del maestro, sólo uno. Tuve más oportunidades, pero las dejé pasar pensando que llegarían otras en un futuro, y creo que nunca podré perdonarme no haber asistido al concierto que dio en Bilbao pocas semanas antes de dejarnos para siempre. Se te echa de menos, Antonio, pero ten muy claro que siempre tengo tus canciones a mano y que mientras éstas respiren tu recuerdo siempre se mantendrá vivo...
Me regaló su despedida, fue tan fría que ni un sólo ruido se escucho...