No obstante, como con todo, se hizo lo que se pudo. Leí, menos, pero leí. De los 65 libros que anualmente me propongo como objetivo, llegué a los 53 (con el 54 en camino). No es un mal número, pero nunca es sencillo observar la meta no alcanzada. Pero en todas esas lecturas, como siempre, hubo hallazgos que valieron la pena e hicieron que, de a ratos, me olvidara del año y sus sucesos.
Por eso, sin orden particular, estas son las mejores lecturas del año, más que recomendadas para regalar y regalarse, para leer en el verano y encarar con otro espíritu el futuro año:
1. Como una novela, de Daniel Pennac
3. Cuando fuiste nube, de María José Ferrada
Menciones especialesEstos son libros que no alcanzaron una puntuación perfecta pero que estuvieron muy cerca. Sobre todo son libros que me sorprendieron por su novedad o me impactaron por su escritura y, por eso, no quiero dejar de nombrarlos:
Canción dulce, Leïla SlimaniUna novela claustrofóbica y sumamente perturbadora, que cuenta la historia de una niñera y su trabajo en la casa de una familia parisina, cuidando dos hermanitos. Sumida en una constante ambigüedad, la historia nos muestra el despliegue de su trabajo, el vínculo con la familia (y las tensiones familiares) y los horrorosos sucesos que van ocurriendo. Fue un baldazo de agua fría, una lectura tensa y atrapante a más no poder.
Mi año de descanso y relajación, Ottessa MoshfeghNovela extraña y también claustrofóbica, cuenta la historia de una joven que parece tener todo para ser feliz y, sin embargo, decide que su vida será un calmante tras otro, con la esperanza de poder dormir el resto de su vida y no sentir nada. Es casi un estudio del personaje, de sus rasgos, miedos y deseos, y si bien sus decisiones desesperan, no deja de ser un personaje convocante y sumamente conmovedor, en algún punto.
Los sorrentinos, Virginia HigaUna fiesta de las vacaciones argentinas, una oda a la experiencia de la costa atlántica. Esta novela es una delicia no sólo por su narración sobre la comida y las pastas (¡qué bello es leer sobre comida cuando está escrito con pasión y gusto verdadero!) sino también por el mosaico familiar que se narra, la historia y el entretejido de costumbre ítalo-argentinas que ancla en Mar del Plata. Una delicia por donde se la mire.
Hubo lectura y hubo clases, enseñanza y mucho aprendizaje. Y, por primera vez, el año cierra con algunos gérmenes de proyectos que quizás se cristalicen en el verano. Así que la vida continúa, con la esperanza de que el año próximo sea más amable y, sobre todo, que venga con más lecturas y hallazgos sorprendentes.
¡Muy felices fiestas!