¿Lo mejor es enemigo de lo verde?

Por Raguadog @raguadog

Muy a menudo, las predicciones verdes pecan de radicalmente pesimistas:

Los demógrafos coinciden casi unánimemente en este pronóstico: en 1975, comenzarán hambrunas epidémicas en India; para 1990 se habrán extendido hasta incluir toda India, Pakistán, China, Oriente Medio y África. [...] Para el año 2000, dentro de 30 años, todo el mundo a excepción de Europa Occidental, Norteamérica y Australia estará en condiciones de hambruna.

-Prof. Peter Gunter, en The Living Wilderness. La traducción es mía.

Hay una evidencia científica, tanto experimental como teórica. [...] En una década, los habitantes de ciudades tendrán que llevar máscara de gas para sobrevivir a la contaminación atmosférica. [...] Para 1985, la contaminación habrá reducido a la mitad la cantidad de luz solar que alcanza la Tierra.

-Life, enero de 1970. La traducción es mía.

En pleno 2017 hay neoyorkinos que caminan por su ciudad, tan tranquilos ellos, sin su máscara de gas.

La otra cara del catastrofismo es el optimismo desmesurado: si se acaba el petróleo, ¡todo será bio en el futuro! ¿No?

Y mi disciplina no podía ser una excepción. El uso de residuos agrícolas para la fabricación de papel es parte fundamental de mi tesis y en la introducción de cada artículo, como es habitual en el "gremio", intento convencer al editor de que... esta vez sí, esta vez sí es verdad que la paja o la poda aportan más ventajas que desventajas. El caso es que lo mismo llevan haciendo investigadores afines desde, como mínimo, los noventa.

Hoy, los materiales no madereros suponen solamente un 7% del suministro mundial de fibras para papel. Pero hay una alta probabilidad de que esa cuota se incremente hasta el 20% o más.

-J.M. Abramovitz y A.Y. Mattoon, en State of the World 2000.

Todas las estimaciones sugieren que la proporción de fibras no madereras en la producción global de pasta y papel aumentará.

-R. Shmulsky y P.D. Jones, en Forest Products & Wood Science.

Convencer al editor, de todas formas, es relativamente fácil: quienes estudiamos la revalorización de residuos lignocelulósicos siempre nos citamos entre nosotros, la revista consigue citas, la revista consigue impacto, la revista consigue una calificación mejor. Pero convencer a un fabricante de papel... es otra historia. ¿Y convencerle de que puede convencer al cliente?

¡Ojalá la tendencia hubiese sido la predicha en los noventa! Sí, el reciclaje ha aumentado mucho y en el caso español es motivo de orgullo, pero no todo es tan verde y tan guay con el reciclaje de papel. No voy a discutir que nuestra alta tasa de reciclaje, casi del 80%, sea un logro, pero el papel reciclado no es necesariamente así:

Del mismo modo, el papel virgen no es necesariamente así:

De hecho, en este caso es precisamente al revés. La fotografía de arriba corresponde a papel kraft virgen de Cheever, naturalmente marrón, con un blanqueo mínimo y muy poco contaminante. La fotografía inferior corresponde a papel reciclado de Novac. Si el brillo es superior al 110% (ISO), no podría asegurar que la producción de este papel blanco haya sido mejor para el ambiente que la producción de aquel papel kraft.

El principal motivo del triunfo del reciclaje, aunque sea algo bueno, no es la conciencia ambiental. El principal motivo es el precio de la madera, que desde mediados de la década pasada está por las nubes. Personalmente, creo que la forma óptima de prescindir de la madera sería mezclando fibras recicladas con fibras vírgenes de residuos agrícolas, y eso es precisamente lo que defendemos en nuestro artículo próximamente publicado en BioResources.

Me he propuesto que el siguiente paper sobre este tema persuada al lector con un enfoque distinto. Quiero aceptar, desde el principio, que la reutilización de residuos de agricultura como materia prima en la fabricación de papel tiene poderosos inconvenientes.

Por un lado están los inconvenientes asociados a la logística. La menor densidad de la paja y otros residuos, siempre en comparación con la madera, encarece su transporte y su almacenamiento (la misma masa necesita más volumen, i.e., más vehículos o más metros cúbicos). De hecho, las fábricas convencionales suelen contar con sus propios cultivos madereros.

Además, la formación de la hoja de papel presenta complicaciones que no están presentes cuando se usa madera de eucalipto. El contenido en sílice no parece estar compensado, a ojos de los papeleros, por el menor contenido en lignina. Aunque se ahorra energía en la etapa de refino, la alta retención de agua hace que el proceso de drenaje sea lento. Finalmente, la resistencia de la hoja en húmedo ( wet strength) es menor.

Por otro lado, el producto final (la lámina de papel o de cartón) no será exactamente igual. Y cuanto más pretendamos que sea igual que el papel de madera de eucalipto, más costoso y contaminante será el proceso.

Actualmente, los fabricantes de papel conforman la industria manufacturera con el mayor consumo de agua. ¡El mayor consumo de agua! Tal es, junto con los malos olores, el mayor problema. Y un tercer problema es que estamos desaprovechando la mejor oportunidad de valorizar residuos de agricultura. Esto último aliviaría los dos primeros, ya que los residuos herbáceos no requieren de procesos de delignificación y blanqueo tan severos como la madera.

Pero el mayor obstáculo, a mi juicio, es la exigencia del consumidor. La competencia entre distintos fabricantes dio lugar a hojas de papel innecesariamente blancas, brillantes y resistentes para el uso que la mayor parte de compradores les va a dar.

Si no exigiéramos tanta fuerza, podríamos prescindir del sulfuro de sodio. Se usa para que la sosa cáustica no estropee demasiado la celulosa, pero el papel del siglo XIX no lo necesitaba. Era más débil, pero mi ejemplar decimonónico de La Ilíada se deja leer perfectamente. Tengo mayor inconveniente con la manía de transliterar los nombres griegos con sus equivalentes romanos. Sí, los griegos dicen ¡Por Júpiter! antes de que existiera el latín. Pero se lee perfectamente en ese papel hecho sin derivados de azufre.

Si no exigiéramos tanta blancura para usos cotidianos, podríamos prescindir de varias etapas del blanqueo. Hasta hace pocas décadas, el blanqueo tenía tres o cuatro etapas y conseguía un brillo cercano al 90%. Hoy, no es raro encontrar procesos de blanqueo de siete etapas y el brillo que logran es superior al 110%. ¿Para qué? Si vas a presentar un informe al profesor o al jefe, digo yo que valorará más el texto en sí que su soporte, salvo que el jefe no entienda el texto en sí (y, en ese caso, deberías estar presentando tu candidatura para otra empresa, aunque me temo que lo harás en papel ultra-blanco de gramaje 80). Valorará, por ejemplo, que respetes los nombres de los dioses griegos.