Somos el puto colmo, señores. Los padres que creen que hay que dejar de vacunar a sus hijos porque prefieren vivir de manera más “natural” me tocan los aniones. Los cogería a todos y los pondría a pasar la bronconeumonía, la fiebre, la otitis y la sordera, porque el retaso mental ya lo tienen (estas son las complicaciones que puede conllevar el sarampión). NO. No siento ninguna clase de respeto por las personas que ponen en peligro la vida de sus hijos sin absolutamente ni una sola prueba que demuestre la mentira de que los efectos secundarios de estas vacunas han causado autismo en sus hijos. Ya nos lo están diciendo desde 1999 (que NO hay relación). Pero, como nos gusta más una conspiración que una investigación seria, ahí seguimos, dale que te pego, dejando de vacunar a los niños y haciendo que una enfermedad que estaba prácticamente erradicada vuelva a la palestra, con lo peligrosísimo que es eso… Esta historia está relacionada con un desgraciado que quiso sacarle partido a una mentira (a este lo vacunaba yo de estupidez), pero NUNCA se demostró que fuera verdad.
Aunque no es sólo eso. Las nuevas chorradas que han venido a sustituir antiguas creencias son igualmente nocivas. ¿Qué más da la orientación de los muebles en una casa (más allá de los gustos y el sentido práctico)? ¿Qué más da si consumimos una verdura que, de no haber intervenido nosotros, habría evolucionado IGUAL, pero más despacio? La ciencia está para ayudarnos, la ciencia no es mala, MALAS son las personas que hacen mal uso de ella. Y “lo natural” también es la enfermedad. Renegar de los avances, de la tecnología, del conocimiento, es una soberana gilipollez. Somos seres dependientes de la tecnología, desde el uso de las piedras para cortar la carne no hemos parado de inventar cosas que mejoran nuestra calidad de vida.Y paro ya que me enciendo…
Les recomiendo la colección “Vaya timo” de la editorial Laetoli, en concreto el libro “Los productos naturales, ¡Vaya timo!”, a ver si nos vamos enterando ya de que si viviéramos de forma “natural” seguiríamos teniendo una vida media de 30 años.
Y no soy dogmática: si algún día se demuestra que hay alguna relación, tampoco sería tan peligroso como dejar de vacunar a toda la población infantil. Si no me creen, vean este vídeo.