Lo peor de Europa

Publicado el 24 noviembre 2012 por Anveger

Últimamente se está produciendo mucha controversia con el tema del recorte de 80.000 millones de euros que la UE plantea hacer en su presupuesto, y la correspondiente minoración en la cuantía de las ayudas al sector agrícola español (uno de los principales beneficiarios), en unos 20.000 millones, con lo que dejaríamos de ser perceptores de recursos a ser contribuyentes por vez primera.

Subvenciones que destruyen

Se presenta esto en los medios de comunicación como una terrible noticia, e incluso algunos directores de asociaciones de agricultores han anunciado que esto pondrá en peligro nuestra producción, y puede que veamos peligrar la alimentación.

Sin embargo, un producto que es demandado por los consumidores no necesita ninguna subvención para subsistir, porque los propios compradores pagarán el precio que estén dispuestos para obtener tales productos. Y por esto, un producto que necesita de subvención para subsistir es que no es demandado por la gente, por el mercado. Por tanto, la subvención existe para mantener negocios que no quiere la gente.

Podemos concluir tras este análisis que las subvenciones de la UE a la agricultura, en su PAC, que ocupa el 50% de presupuesto (en torno a 57.000 millones), incentiva al sector agrícola a producir más y a ser mayor de lo que la gente demuestra en sus compras diarias en el mercado. En efecto, la agricultura europea es excedentaria, excedentes que compra Bruselas y los almacena, existencias que esperan su turno para ser destruidas. Todo ello para elevar artificialmente el precio de los productos agrícolas.

¿Qué sentido tiene incentivar un sector a que produzca más de lo necesario para luego destruirlo? Según los defensores de la PAC, sire para ayudar a nuestros agricultores y promover el desarrollo rural, y el de los pueblos.

Las actividades que ya no son requeridas por la gente, que son innecesarias, tienen que desaparecer. Forma parte de la evolución. Es un error ir contracorriente. Por ejemplo, ya no construimos utensilios de cocina a base de piedra, y sería un error subvencionar los cuchillos de piedra para favorecer el “desarrollo paleolítico”. O como si, por ejemplo, el Estado decide ayudar a los coches de caballos para reanimar el sector: las calles estarían llenas de estos coches vacíos, interrumpiendo el tráfico. El día que se quitasen tales ayudas, tendríamos al agricultor quejándose y afirmando categóricamente que, de ocurrir, los caballos se extinguirán.

No tiene sentido incentivar una industria que todo el mundo desincentiva en su decisiones económicas diarias. El número de agricultores debe minorarse. De hecho, con la tecnología actual disponible, el trabajo de agricultor debería ser testimonial. Un solo tractor actual puede producir lo que producen en el mismo tiempo millones de agricultores.

Resulta impactante que hayan llegado a Marte naves robotizadas, y aún siga tanta gente trabajando en el campo. Para un ingeniero, es un fracaso la existencia de un agricultor. De ahí, que cuánto más desarrollado es un país menos gente está trabajando en el campo y menos peso relativo tiene el sector agrícola.

Además, las subvenciones se otorgan de forma muy perniciosa. En primer lugar las ofrece Bruselas, una institución supranacional más alejada, si cabe, de la realidad económica de cada país en cuestión, de lo que está cada respectivo Estado. Asimismo, se paga la subvención por hectáreas agrícolas, lo que origina que los mayores terratenientes reciban las mayores subvenciones, no ayudando mucho al pequeño agricultor y al desarrollo rural que se pretende lograr.

El sistema de la PAC consiste en aumentar a través del aparato burocrático de la UE el precio de los productos agroganaderos, beneficiando así a los respectivos productores y perjudicando a los consumidores. Pero también distorsionando el mercado generando un excedente de producto, ya que a ese mayor precio que el de mercado hay menos consumidores dispuestos a comprar (porque subió el precio) y más productores dispuestos a producir (porque se les paga más que antes por hacerlo).

Tan perniciosa es una escasez de alimento como un excedente del mismo, y más lo es cuánto más se aleje de lo que el mercado demanda, porque eso indica que se están dilapidando o derrochando recursos y destinando personas a producir cosas que no añaden valor a nadie.

II

Efectos sobre el comercio

La política de ayuda a los agricultores no solo se extiende a la concesión de determinadas subvenciones. También se realiza estableciendo unos aranceles en toda Europa hacia los productos que vienen de fuera, para que así no puedan competir con los productos agrícolas tan caros de la UE.

Como consecuencia de todo lo anterior, se destinarán trabajadores y recursos a producir bienes, trabajadores y recursos que pueden ahorrarse y destinarse a otras actividades si se importaran con total libertad del exterior, que serían mucho más baratos. Es decir, nos convendría “producirlos” comprándolos a otros países que fabricándolos nosotros mismos, porque el coste sería menor. Es decir, dos cosas: el coste sería menor, y ahorraríamos recursos que podríamos destinar a desarrollar otras actividades. Esto nos lleva a concluir que la política de la UE hacia la agricultura tiene como resultado una gran pérdida de bienestar económico.

Además, los países que producen productos agrícolas más baratos, especialmente África, no pueden vender en Europa, lo que les aboca a una permanencia en el subdesarrollo mientras esta política europea permanezca vigente. Y es que si en algo tiene ventaja África con respecto al resto del mundo, y que puede comerciar con ello, es con sus materias primas.

III

Razones para el optimismo

Sin duda, todo ello me hace llegar a la conclusión de que la peor política de la UE es la PAC, porque hipertrofia el sector agrícola, nos aumenta el precio de los alimentos, nos priva de alimentos más baratos y diversos del exterior, priva del posible desarrollo que obtendría África del comercio con la UE e impide la reconversión que los agricultores podrían hacer hacia otros sectores.

Sin embargo, hoy estamos mejor que hace varias décadas en este tema. Como pueden observar en el gráfico de abajo las subvenciones o ayudas a la agricultura se van reduciendo paulatinamente en todo el mundo, y, aunque todavía sigan teniendo un gran peso en el presupuesto de Europa, lo cierto es que no dejan de reducirse año a año, y el anuncio de que Europa implementará un recorte adicional en el presupuesto es, sin duda, una buena noticia para Europa y para España, que no para los pocos agricultores que haya ahora mismo. Y lo siento por ellos, pero no puede perjudicarse el bienestar de un continente e ir contra el progreso, sólo por el hecho de mantener injustificadamente la ayuda a una privilegiada mayoría.

Otros muchos dirigentes agrícolas argumentan que todos los continentes están aumentando sus ayudas a la agricultura, mientras que Europa no para de recortarlas. Sin duda, eso es una buena noticia para Europa y muy mala noticia para el resto.

Espero que la UE siga el camino que emprendió Nueva Zelanda en la eliminación de subvenciones a la agricultura y se convierta en uno de los núcleos de exportación agrícola mundial, que no es otro que el de abaratar los costes y aumentar la calidad.