Viajar y aprender, esa mágica combinación que te hace conocer más, para viajar mejor, para poder entender las cosas y las circunstancias a través del conocimiento adquirido en el lugar por el que viajas.
Así me pasó en China, donde el aprendizaje fue constante, casi sin darme cuenta, pero día a día fui absorbiendo información, curioseando, preguntando, leyendo, etc. Gran parte de todo esto motivado porque fue el lugar del mundo donde estuve más tiempo (seguido) viajando solo y eso te da más oportunidades para mirar, observar, detenerte y, en definitiva, para aprender.
Aquí os traigo lo que China me enseñó, que fue mucho, aunque no traigo todo, hay cosas que todavía estoy asimilando.
– La historia de las revueltas populares en la plaza de Tiannamen en 1989 es un tema prohibido y tabú en China, no se debe hablar de ello y se considera inapropiado. De hecho, no se cuenta en las escuelas ni está escrita en sus libros de texto, incluso una gran parte de la población la desconoce.
– No encontrarás chin@s rubios ni de ojos claros. Esta circunstancia, muy curiosa, se supone que viene provocada por el dominio del gen chino sobre el resto. Además es todo un reto encontrar a chicos con barba, bigote o perilla.
– Cualquier sitio es bueno para construir un teleférico para subir y un tobogán para bajar. Así encontramos teleféricos en los lugares más inesperados: las terrazas de arroz del espinazo del dragón, la Gran Muralla o el parque nacional de Zhangjiajie. Y toboganes en las montañas de Guilín o la Gran Muralla.
– El regateo asiático alcanza su máxima expresión en China, donde para encontrar un precio razonable en un mercado se debe bajar el precio hasta un 10% del inicial y aún así, ellos siempre ganan, sino, es sencillo, no te lo venden.
– Se puede sobrevivir un mes con las 4 palabras básicas del idioma (hola, adiós, gracias, por favor y algunos números); el resto lo hacen los gestos, las buenas formas y la sonrisa. A veces ellos no ponen de su parte y tienen gestos feos, pero con algo de esfuerzo, casi siempre conseguirás lo que quieras.
Hablar inglés en China es, en la mayoría de los casos, irrelevante, ya que el porcentaje de personas que lo conocen o la información disponible en ese idioma, es muy pequeña.
– La burocracia China es lenta y tediosa, pero en la mayoría de los casos, eficiente.
– Casi todas las transacciones del día a día se realizan en efectivo, algo a lo que estamos muy acostumbrados en los principales comercios chinos de textil y alimentación que encontramos en España.
– Conseguir dinero en un cajero automático no siempre es tarea fácil, ya sea porque no aceptan tarjetas extranjeras (las clásicas VISA i/o Mastercard) o porque sólo trabajan con la tarjeta nacional, Union Pay, que es la más extendida y usada en el país.
– La gran mayoría de la población en China no se identifica con ninguna religión, siendo las religiones tradicionales o el budismo las más seguidas. Se cifra el porcentaje de personas sin creencia religiosa alrededor de un 75-80%.
Varias personas, residentes en China durante varios años, me contaron que la no implicación del estado a nivel religioso es uno de los éxitos del crecimiento tan fuerte del país; a diferencia de otros países emergentes como India, donde la religión sí que toma un valor muy fuerte en su población.
– Un restaurante de lujo en China es el Pizza Hut, donde el pago con tarjeta VISA, su extensa carta, la decoración y los precios, te hacen parecer estar en un restaurante internacional con alguna estrella Michelín, más que en un restaurante de comida rápida como los vemos aquí.
– Más que un país comunista es un país consumista. Hay muchas personas con dinero que no saben bien dónde y en qué gastarlo, pero necesitan hacerlo. Un símbolo actual imprescindible y de prestigio para la clase media alta es tener un Iphone.
– Piensas que las estaciones de tren de Europa son grandes hasta que ves alguna en China, enormes moles antiguas y modernas, con todo tipo de servicios y decenas de vías.
– El prohibido algo no significa no se puede hacer. Así no se puede fumar en muchos lugares públicos (por ej. una estación de tren), pero la gente no lo respeta y sigue haciéndolo. Tan sólo hay que entrar a los baños para comprobar la enorme humareda…
– La enorme cantidad de turismo interno hace que el salto de calidad para tener carteles y señalización en inglés sea lento porque los principales consumidores de turismo son ellos mismos. Aún así, se nota el avance en aeropuertos y estaciones de metro, siendo muy sencillo moverse usando estos transportes. Otra historia son los autobuses.
– La comida china es tan variada como toda la europea junta y, como bien se dice, no tiene nada que ver la comida que conocemos. Lo curioso es que muchos de ellos piensan que toda la comida en Europa es la misma, sin diferenciar entre países.
En algunas zonas, sobre en todo en Sichuan, los platos son muy picantes, llegando a ser tanto o más que los famosos indios.
– El agua caliente es algo imprescindible. Así encontraremos agua caliente en estaciones de trenes/buses, dentro de los vagones o incluso por la calle. Esto nos permitirá comer un sabroso bol de fideos o tallarines en cualquier sitio.
– Revisa bien tu vestimenta si quieres pasar inadvertido, porque los chinos, por norma general, son curiosos y te revisarán de arriba a abajo al montarte en cualquier transporte público. Luego mirarán hacia el suelo como si nada hubiese pasado.
– El concepto de hacer fila para entrar a un sitio o un transporte toma otra dimensión en China. Los empujones, codazos, personas que se cuelan y todo tipo de artimañas son válidas, así que aplica la máxima de “donde fueres, haz lo que vieres”, sino quieres ser siempre el último en todo.
– La mayor parte de las motocicletas del país son eléctricas, algo que me sorprendió y gustó a partes iguales. Con esto se consigue reducir la contaminación y se mejora la calidad acústica en las calles.