Lo que dijo Harriet de Baryl Bainbridge

Publicado el 06 febrero 2015 por Kovua

La misteriosa narradora se reencuentra con su amiga en las vacacione de verano en una pequeña localidad costera, Harriet, bella, inteligente y hermosa. Ambas planean entonces un terrible juego que, a pesar de parecer infantil, será terrible para ellas, seducir y conseguir un beso de Zar, un hombre mayor, que además está casado y con una fama que mantiene en el pequeño pueblo.

En su enfermiza relación en la que Harriet ordena y manda a su amiga y narradora de los sucesos, siempre oscuros y malvados, y que además son escritos en un diario secreto para que su amiga se sienta feliz. Las dos adolescentes siempre juntas pero incapaces de confiar la una con la otra debido a la forma de ser de Harriet, siempre tan corrosiva y malvada.

Beryl logró una novela adictiva y perturbadora hasta límites insospechados en la descripción en la relación de las adolescentes en las que se centran esta novela, escrita a finales de los años sesenta y publicada en 1972 debido a su trama, demasiado arriesgada y desagradable para aquella época que obligó a su autora a guardarlo en un cajón debido al arriesgado tema que trata hasta que los editores y lectores la aceptaran. Basada en un crimen que conmocionó a la sociedad británica, el caso Parker-Hulme en el que Pauline Parker y Juliet Hulme asesinaron a la madre de Pauline, este crimen fue retratado por Peter Jackson en su película Criaturas celestiales con Kate Winslet como protagonista. Su texto desprende opresión por los inhóspitos y fríos entornos por los que circulan sus extravagantes y cortantes personajes que reciben las calculadoras acciones de una adolescente de catorce años que no duda en manipularles para logar sus fines, provocando sufrimiento y discordias con aquellos que caen en sus redes. En definitiva una novela que trata a través del suspense la crueldad, la venganza y la inocencia junto con la capacidad del ser humano para crear sufrimiento. En ella nos encontramos con una perspectiva única sobre las formas de violencia que, ocultas en las formas más mínimas e inocentes, provocan los desastres más terribles.

Recomendado para aquellos que quieran leer una novela que, aún a pesar del tiempo pasado; unos cincuenta años, sigue siendo demoledora y espeluznante para el lector que caiga en la oscura trama. También para aquellos que les gusta las novelas que no puedes dejar de pasar paginas ya que su narración, rápida y cortante, te atrapa desde el primer párrafo. Y por último para aquellos que tengan curiosidad por descubrir la inquietante relación de las adolescentes en las que se centra el libro.

Le tendí la mano y la conduje hasta la caseta de la atracción. Me daba pena su decepción, su incapacidad de divertirse, después de todo. La emoción de la feria que había imaginado no se había materializado, estaba encerrada en sí misma, experimentando las fórmulas del asombro.

Una vez en la lanzadera, la agarré del brazo con firmeza, fingiendo temor, gritando mientras nos precipitábamos hacia el suelo, las cabezas colgando sobre la explanada desdibujada.

Entonces ella se echó a reír y, cuando todo hubo pasado, se puso a asaltar emocionada en su asiento y me rogó que me quedase para repetir: "Venga, otra más. ¿No es espantoso?".

La máquina vibró, la melodía de Soldiers of the Queen brotó con potente marcha del amplificador y nos subió al cielo. No podría asegurar que Frances estuviese realmente emocionada, ni tampoco si, del mismo modo que yo fingía por ella, ella también se reía y retozaba en un esfuerzo por agradar. Quizá yo le había arruinado toda su ilusión el día anterior en el jardín, cuando le dije que no quería traerla.

Y así, engañándonos la una a la otra, nos precipitamos y gritamos juntas, sin aliento al final, y tambaleándonos un poco, en la explanada.

Al principio nunca fuimos en busca de experiencia. Aunque hay que reconocer que tampoco nos entreteníamos con las habituales distracciones infantiles. No jugábamos jamás ni tampoco nos comportábamos nunca como compañeras de juegos, no nos insultábamos verbalmente salvo en alguna que otra ocasión, y entonces lo hacíamos a propósito, para tranquilidad de nuestros padres. Dodie fue la que desencadenó la búsqueda, hablándonos de sus alegres días de juventud sin que Papa se diera cuenta. "Hacer el gesto amistoso", así lo había llamado ella. Y a nosotras nos gustaban sus historias, nos fascinaban. Adoptamos la costumbre de dar largos paseos en la orilla buscando a gente que, por haber escogido voluntariamente la soledad, a la fuerza tenía que tener algo que ocultar. Aprendimos enseguida que las personas más dulcemente resignadas eran las que más tenían que contar. Las personas volubles y frenéticas no nos servían para nada. Estas últimas apenas manifestaban otra cosa que autocompasión y, al final, acaban articulando obscenidades simples y livianas. Al principio, Harriet hacía las veces de interrogadora y yo asistía como mera espectadora. Cuando interrogaba a los adultos y sondeaba sus vidas, yo me contentaba con escuchar. Ella decía que no debíamos involucrarnos, que éramos demasiado jóvenes, que era solo para aprender. Decía que nuestra información era una suerte de curso de prácticas para la vida futura. Nuestro objetivo era vivir de prestado hasta que fuéramos lo bastante mayores. Pero en os últimos tiempos el proceso de análisis había seguido su curso por su cuenta y, aun estando yo en el colegio y lejos de la influencia de Harriet, se había convertido en un hábito: la búsqueda constante para descubrir el pasado de los profesores; la selección de chicas mayores que yo que quizá pudiesen aportar algo nuevo a lo que yo ya sabía.