El ser humano tenemos tendencia a no ver, mejor dicho, no es tendencia es deseo de no ver. No ver cómo lo impuesto tan detallada y amorosamente por la sociedad y nuestra cultura, tiene muchos puntos en donde no casa con nuestra visión, nuestros sueños. Y para muchos ahí empieza el problemas, y para otros continuarán con el problemas arrastrándolos hasta vaya usted a saber.Con el transcurrir del tiempo nos damos cuenta que no basta sólo con remendar o parchear, para nada. Hay que convertirse en todo un experto del chapuceo. Como los atracadores profesionales que roban los fondos de los bancos más importantes del mundo. Pero así los hay muy muy poquitos. La gran mayoría, el resto somos comunes mortales remendones. El porqué será probablemente porque cuesta más hacerlo mal que hacerlo bien, aunque seamos tercos en aprender la lección, y hasta que no metemos la pata bien metida hasta el mismo fondo no nos damos cuenta. Hacerlo mal es hacerlo dos veces, porque hay que volver a empezar y hacerlo bien esta vez, para dar por terminada la tarea. Mientras que hacerlo lo mejor posible, te llevará a mejorarte sobre la marcha y no a base de caídas en seco al vacío.Nos cuesta un grandísimo trabajo, llámese orgullo, ego, vanidad, etc, que cada quien ponga el suyo, admitir nuestros límites. Y los tenemos, absolutamente todos, hasta los galardonados con distinciones honoríficas. Todos somos seres humanos, nadie hay perfecto. Entre chanzas y bromas, decimos que sería aburrido. ¿Todo igual, todo bajo control, todo en un orden?. ¿Realmente es posible?. ¿Sería enriquecedor y divertido?.Admitir que no somos superman ni superwoman, que somos mortales, quizás sea equiparable a decir, que tememos el ridículo, tememos fallar, tememos no estar a la altura, en definitiva admitir que como humanos que somos tenemos miedos, y muchos y más de los que pensábamos. Porque algunos puede que ni hayan salido a la superficie. ¿Les dejaremos salir algún día?.Miedos de todos los colores y para todos los gustos. Miedos que son increiblemente camaleónicos, que hemos creado nosotros, pero que somos incapaces de ver. Porque el dolor es demasiado fuerte, y ya tenemos tantas capas que para nada nos parecemos a la princesa esa del cuento, que entre colchones y colchones que hacía un gigantesca torre distiguída un pequeño y diminuto guisante. A algunas personas ni siquiera necesitan el primer colchón. Están totalmente dominados por su historia. Están esculpidos y divinos por dentro (al menos están convencidos de ello) pero muy malamente parcheados por fuera, que es justo lo que más se pretende tapar, y lo que más ve el público.Estamos construídos a base de miedos de todos los colores y sabores, de la variedad que más guste al consumidor. Salvo que el miedo no construye, al contrario mengua al ser humano, hasta llegar a hacerlo inexistente. Y los miedos son como los parches. No tiene base, ni cimientos, ni estructura, no tienen cierres por ningún lado, siempre necesitan de otro más para cubrir una zona nueva que está a la intemperie. Y siempre igual. Los miedos como los parches no sostienen.