Lo que el tiempo no se llevó…

Publicado el 30 mayo 2018 por Santamambisa1

Torturas en ABU GHRAIB

George W. Bush ordenó a la CIA detener a cualquier persona con facciones árabes en cualquier lugar del mundo y luego llevarlas a centros de torturas abiertos en distintos países, siendo de los más connotados Abu Ghraib, en Irak

Vives la CIA, respiras la CIA y ahora dirigirás la CIA», fueron las palabras del presidente norteamericano Donald Trump, durante la ceremonia en la que juró su cargo Gina Haspel, nueva directora de la Agencia Central de Inteligencia.

Esos elogios del mandatario tienen que ver con los 33 años de carrera de la funcionaria y con el propio pensamiento de Trump, identificado en su política, a favor del uso de las torturas a los prisioneros, sin que le importen las denuncias de los crueles métodos con ahogamiento simulado (waterboarding), privación del sueño, confinamiento y otras técnicas aplicadas por esa entidad estadounidense.

«Haspel cazó terroristas sin descanso», insistió con orgullo el magnate devenido presidente, al referirse a los tres años posteriores al 11 de septiembre del 2001, cuando el entonces mandatario, George W. Bush ordenó a la CIA detener a cualquier persona con facciones árabes en cualquier lugar del mundo y luego llevarlas a centros de torturas abiertos en distintos países, siendo de los más connotados Abu Ghraib, en Irak y el todavía instalado en la base de Guantánamo, en Cuba, en territorio ilegalmente ocupado.

Las fotos tomadas en Abu Ghraib por los propios torturadores de Estados Unidos muestran a prisioneros sin ropas apilados formando una pirámide, que habían sido forzados a simular actos sexuales y adoptar posturas humillantes.

Reos desnudos tirados en un pasillo y junto a ellos, varios soldados riéndose ante tan depravada escena, pueden verse aún en internet, pues sin el menor recato fueron divulgadas por los propios torturadores.

En otra de las escenas gráficas aparece el cadáver de un preso, Manadel al Jamadi, quien estuvo detenido allí por la cia. Su cuerpo estaba envuelto en plástico.

También se mostraba a una soldado estadounidense, Lynndie England, sosteniendo a un prisionero con un cinturón usado de tal forma que parecía que estaba paseando un perro.

Otra foto revelaba a un hombre con capucha de pie junto a una caja mientras sostenía cables eléctricos en sus manos.

En aquel campo de torturas había entonces unos 2 000 iraquíes, entre hombres, mujeres y niños. En su mayoría eran inocentes, pero sus facciones árabes los convertían en reos y a su vez en divertimento para quienes les torturaban a diario.

No por gusto se le consideró como uno de los capítulos más oscuros en la historia de Estados Unidos.

Muchos de ellos, sobrevivientes de los bárbaros métodos de tortura usados por la cia, todavía permanecen prisioneros en el territorio que ilegalmente ocupa la cárcel de la base en Guantánamo, mientras otros fueron «donados» a países receptores.

No obstante, recordemos lo que dijo Donald Trump, durante su campaña electoral, sobre el uso de la tortura. Cito: «si resultaba electo volvería a autorizar técnicas como el ahogamiento ficticio», (un método de interrogatorio prohibido por la legislación federal), así como otros procedimientos «mucho peores».

Y hay más. Pese al rechazo generalizado a esos métodos, un «número preocupante» de votantes dijo que sí, cuando se les preguntó si la tortura estaba justificada en algún caso, señaló Katherine Hawkins, una investigadora que trabaja en el Proyecto de Supervisión del Gobierno, citada por los medios de comunicación.

Una encuesta más reciente indica que dos tercios de los estadounidenses creen que la tortura puede estar justificada.

No es de extrañar entonces que Gina Haspel sea designada la nueva directora de la CIA, entre otras cosas por su experiencia en el trabajo encubierto y su papel en el antiguo y brutal programa de la agencia al interrogar a presuntos terroristas.

Entre los «méritos» de Haspel para ocupar el nuevo cargo se suma que en una prisión secreta con el nombre de Ojo de gato, en Tailandia, estuvo involucrada en operaciones como parte del programa de rendición, detención e interrogatorio de los reos.

«El uso de la tortura no quedó relegado a la historia. Aún sigue resonando», dijo Alberto Mora, quien fue jefe del departamento legal de la Armada estadounidense durante el Gobierno de George W. Bush.

Lo que pasó en Abu Ghraib, Irak, o en la cárcel de la ilegal base en Guantánamo, constituye una pesadilla más de las tantas provocadas por el accionar terrorista y hegemónico de distintas administraciones norteamericanas. Y la actual no es una excepción.

Tomado de Granma