por Daniel A. Laó Dávila
Llegar a la isla da una sensación de alivio; ya dejas de sentir las náuseas de navegar muchas horas sobre olas grandes. Además, llegas a Playa Pájaros donde el agua es clara y la arena es limpia. Las playas están en el sur, mientras que en el norte y el este hay acantilados de hasta 90 metros de elevación. La isla es plana y tiene un área de 55 km2, casi tan grande como el municipio de Toa Baja y más grande que municipios como Hormigueros, Rincón y Cataño en Puerto Rico. Su clima es semiárido y no tiene cuerpos de agua en la superficie. Esto es en parte por las muchas grietas en la superficie y cuevas que transportan el agua de lluvia a profundidad.
Isla de Mona está compuesta principalmente de rocas calizas y dolomías formadas entre el Mioceno medio y el Plioceno temprano en un ambiente submarino parecido al presente. Las rocas calizas consisten en su mayoría de calcita (mineral compuesto de calcio, carbono y oxígeno) y las dolomías consisten de dolomita (mineral compuesto de calcio, magnesio, carbono y oxígeno). Estos minerales provienen de antiguos arrecifes, arcillas y varios fósiles de plantas y animales marinos. Todavía se pueden ver los fósiles y estructuras de arrecifes en las rocas de la isla. Según varios científicos, las relaciones estratigráficas indican que la isla ha sido sumergida y expuesta varias veces durante el periodo de su formación, debido a fluctuaciones en el nivel del mar.
La isla fue formada por el levantamiento del suelo marino en el Pasaje de la Mona. El levantamiento ha sido tal que en la parte norte de la isla hay acantilados de 90 metros. En el camino a la Playa Sardinera, hacia el suroeste, hay peñones de roca caliza de 5 metros de diámetro que algunos científicos han pensado que fueron llevados hasta allí por maremotos. No podemos olvidar que han ocurrido maremotos asociados a terremotos en el Pasaje de Mona, como el terremoto de 1918 que afectó la costa oeste de Puerto Rico.
Parado cerca a las ruinas del faro de Mona, diseñado por Gustave Eiffel, el mismo arquitecto que diseñó la Torre Eiffel en París, pienso en todo lo que he descubierto en esta isla y llego a la conclusión de que será imposible dejar todo lo que aprendí e hice en Mona. Por lo que no cumpliré con la regla de “lo que se hace en Mona en Mona se queda”. Y menos si otros se han llevado algo, incluyendo las riquezas del guano.