Recuerdo los diez primeros minutos, y ... desfilando España, con Rafa Nadal al frente. Y de pronto, por cada traje, impecable, de cada participante español, me dio por pensar que podía significar un recorte. Y al ver tanto recorte, por supuesto sin culpa ninguna de los deportistas, solo me quedaba el salir a la calle para manifestarme, o, tomar doble y mitad de una tisana que me dejara muy cerca de Morfeo. Y, opté por esto último.
Tengo una amiga, Lamari, siempre muy mal pensada, que dice, y lo ratifica las veces que haga falta, que el punto más débil siempre que Madrid ha presentado su candidatura olímpica, es que hacían falta pocas obras, poca inversión, estaba ya mucho adelantado. Y consecuentemente, poco dinero se podía perder por esos caminos inescrutables de ofertas y contra-ofertas, pujas y repujas. Sin embargo, lo de Río de Janeiro, presuntamente podía ser Jauja, con todo por hacer, y muchos contratos por firmar.
No vamos a añadir nada más, solo que presumiblemente en muchas galas deportivas se van a ver muchos metros de cemento vacío, como ya se puede observar en los partidos de tenis.
Y respecto a la opinión de los brasileños, fue más que elocuente, durante la Gala de Inauguración, el recibimiento que le dieron a su máximo representante político. Solo hablaría unos quince segundos, pero a él los pitidos y sinfonía de aire que le acompañó se le debieron de hacer tan largos como atravesar un desierto sin ninguna sombra en la que refugiarse. Por cierto, como los comentaristas deportivos ayer en la meta de la Prueba Ciclista, sin techumbre, y al lado mismo de la playa. Muchos ordenadores, pero inservibles, no se podían ver con tanto sol. ¿Dónde estaban esos inspectores pensantes del Comité Olímpico?
Este vecino del mundo siente una gran curiosidad ante estas semanas olímpicas, por si Alberto de Mónaco aparece por estas Olimpiadas Brasileiras. Más que nada porque al estar tan interesado, en su momento por las cuestiones de seguridad, aparecer por allá será como aprobar implícitamente todas las medidas tomadas y dar su visto bueno.
Aquí, y es de imaginar que en Mónaco, ¡donde las dan, las toman!
*FOTO: DE LA RED
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