Grecia ha optado por el NO. Un monosílabo que nunca antes había sido capaz de expresar tanto. Un pueblo entero dejando claro con una simple respuesta que puede cambiar cosas. Hoy más que nunca tengo que decir que la crisis griega nos ha enseñado algo, y os voy a contar el qué.
La pasada semana algunos periodistas, economistas y políticos esbozaban un rostro de preocupación ante una posible salida de Grecia de la zona Euro. La convocatoria de referéndum que Tsipras lanzó como un mensaje al aire, fue recibida de manera instantánea y con la fuerza de las redes con ambigüedad y desconcierto. Algunos entusiastas ya hacían acopio de imágenes de Google Maps con el propósito de editar fotografías de Grecia separada geográficamente de Europa. Internautas de distintos lugares del continente europeo comentaban a modo de crónica de una muerte anunciada el 'default' de un pequeño país mediterráneo que apenas representa el 3% del PIB del conjunto de la Eurozona. Un 3% insignificante capaz de sacudir con fuerza la estructura institucional de la vieja Europa. ¡Sí que debe ser frágil!
Lo que trato de decir simplemente es que tras días de idas y venidas de ministros/as, de 'síes' y de 'noes' de encuestas, de portadas de periódicos cargadas de miedo, de turbulencias en los mercados, de dimisiones, y de alguna que otra injuria; a día de hoy y tras un NO en el referéndum que parecía ser definitivo, Grecia sigue estando en el Euro. Y es que a veces tendemos a exagerar el hecho de introducirnos en un sendero desconocido. Desde el nacimiento de la Eurozona ningún país miembro había estado tan cerca de abandonar el barco y eso, como es lógico, genera una serie de inquietudes hasta cierto punto justificadas. Sin embargo, ¿No parece algo exagerado el entorno mediático en el que nos movemos? ¿A qué se deben tantos reportajes, noticias y 'trending topics' para comentar salida o no salida de un país pequeño e insignificante de la zona euro? Pues sencillamente a que el Euro se planteó mal. Un temor a un 'default' que reside en el hecho de que la moneda única en su origen no contemplaba (ni contempla) la salida de un país miembro del sistema monetario. Y en cierto modo es un error clamoroso y hasta cierto punto una temeridad plantear un proyecto de la envergadura del Euro sin preguntarse antes, ¿Qué ocurrirá si algún día un país miembro abandona el sistema?
El Euro en su origen tuvo muchas críticas, sobre todo por parte de los economistas anglosajones, muy escépticos a que la Eurozona funcionase sin una previa y necesaria unión política. Muchos de estos críticos han estado muchos años callados como consecuencia de la expansión económica que experimentó Europa desde los primeros años del siglo XXI. Pero la crisis económica lo ha cambiado todo. Parece claro que algunos países accedieron al Euro vulnerando alguno de los criterios de convergencia (Euro Convergence Criteria, en inglés), también conocidos como criterios de Maastricht (3% déficit, 60% deuda). Grecia incumplía los principios básicos de acceso, pero fue admitida aduciendo que el entorno económico permitiría al país heleno alcanzar los objetivos. Desde 2004 a 2009 la deuda pública griega pasó del 110% al 129% del PIB, mientras que el déficit nunca llegó a caer del 4,5%. Otros países como Alemania y Francia incumplieron estos criterios en varias ocasiones (11, concretamente) entre 2000 y 2010. Además actualmente hay varios estados miembros dentro de la Eurozona que incumplen Maastricht, lo que hasta cierto punto es entendible dada la crisis. Por ejemplo, España antes de que estallara la 'Gran recesión' tenía uno de los niveles de deuda más bajos de la zona euro (35,5% en 2007) sin embargo 8 años después, su deuda pública es tres veces mayor.
Aunque es cierto que Grecia sostuvo una laxa política fiscal durante una etapa importante de su presencia en la Eurozona y en gran parte es culpable de la actual situación, sería muy injusto asegurar que es la única responsable. De hecho su entrada en la moneda única estuvo supeditada a la posición germana, claramente favorable a la entrada de países periféricos en el Euro para ampliar el mercado a sus exportaciones de bienes manufacturados.
Hoy Grecia vive entre la espada y la pared. Elegir entre dos opciones claramente desfavorables. La primera, mantenerse en el Euro aceptando toda una retahíla de ajustes impuestos por sus acreedores, y la segunda, una salida o 'Grexit' que dejaría a Grecia en una situación muy vulnerable, con una nueva moneda que no valdría prácticamente nada y unas deudas privadas impagables denominadas en euros.
El referéndum fue un éxito para el actual gobierno de Tsipras, eso es indudable. El hecho de que haya ganado la democracia sobre cualquier otra postura es un privilegio y un triunfo para aquellos que nos sentimos demócratas. Sin embargo, por esta regla de tres tampoco deberíamos obviar que el resto de pueblos europeos también están en su derecho de decidir, pues al fin y al cabo la UE es un proyecto democrático para pueblos democráticos. Ya veremos lo que ocurre. Lo lógico y lo sensato es que acreedores y griegos lleguen a un acuerdo lo antes posible. Por un lado, que Grecia presente una propuesta acorde a sus necesidades pero que sea al mismo tiempo realista. Por otro lado, que los acreedores hagan un esfuerzo y suavicen ligeramente su postura. El acuerdo debe ser necesario, pues de lo contrario Grecia suspendería pagos, abandonaría el euro y eso, bajo mi punto de vista, es lo peor tanto para griegos como acreedores. Unos, perderían el dinero prestado, tras el default. Y los otros, sufrirían una devaluación histórica a todos los niveles. Recordemos que prácticamente la mitad de los hogares griegos viven en estos momentos de la pensión de alguno de sus familiares, de manera que si se produce la quiebra griega, esta pondría en situación de pobreza y exclusión social a una gran parte de los griegos. Por supuesto no olvidemos tampoco la posición de EEUU, principal aliado de la Unión Europea como miembro de la OTAN. Barack Obama ha hecho hincapié en diversas ocasiones en la necesidad de un acuerdo que mejore las condiciones a Grecia. Y es que Grecia está geográficamente posicionada ante posibles conflictos en Asia. Una posición geo-estratégica que EEUU quiere guardarse como 'As' en la manga.
En definitiva, la crisis griega nos ha hecho reflexionar. En cierto modo el miedo a lo desconocido tiende a paralizarnos. Los griegos se encontraban en una situación dramática fruto de sus propios errores pero también de los ajenos. Esa situación comprometida les ha hecho actuar, alejando ese miedo y respondiendo NO en un referéndum, que según muchos, era el ADIÓS a la Unión Europea atendiendo a los propios tratados fundacionales. De momento nada de eso. Grecia sigue presente tanto en la UE como en el Euro aunque en una situación crítica y con un corralito de por medio.
Los próximos días son claves para sentar las bases de un acuerdo que permita a Grecia coger algo de aire. La recomendable quita de una parte de la deuda, a la que se ha referido el mismísimo FMI, es necesaria para hacer realista el hecho de que Grecia a la larga pueda devolver lo que debe. Si no, el 'Grexit' se antoja como la única salida posible. El problema está en que Grecia, si no crece, es imposible que salga de la situación en la que se encuentra. En este sentido el papel del BCE debe ser primordial, actuando en la misma línea actual para evitar problemas de liquidez en la zona euro. No obstante, el problema de Grecia no es de liquidez, sino de solvencia. Por tanto la quita debe ser un punto fundamental de ese acuerdo que haga realista la devolución de la deuda helena. De lo contrario, y muy a mi pesar, el dracma volverá a circular por las calles de Atenas algún día.
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