Lo que nunca te pude decir…

Por Raúl Amo @amoelreto

Esta carta que escribo desde lo más profundo de mi alma, desde el mayor pozo de la soledad, la escribo por y para ti. Dictadas todas y cada una de las palabras que arrojo, por el mismísimo corazón, ese corazón que no tuvo el valor de decírtelo en aquél momento, mirándote a los ojos, a las ventanas de tu alma, que te amo.

Nunca supe el significado del verdadero amor, hasta ahora. Ahora que llegan mis últimos días de vida. Ahora, soy consciente de la mísera vida que he tenido, teniéndolo “todo” y sin tener nada. Ahora me doy cuenta, cuando pienso en ti, en esa mirada que me clavabas en mi pecho, en esa sonrisa majestuosa y sublime, esa belleza colosal que recorría tu esbelto y bello cuerpo, por cada uno de los poros de tu piel. Ahora es tarde, muy tarde, para decirte lo que yo sentía y siempre he sentido por ti. Tarde para devolver, lo que tú me hiciste vibrar sin ni siquiera tocarme.

Es tarde porque no fui lo suficientemente valiente, para abrir mi alma y dejar en tus manos delicadas y suaves, mi pobre corazón. Tarde para volver atrás. Tarde para amarte eternamente. Tarde por saborear los placeres dulces e infinitos de tu cuerpo. Tarde por no saber estar en el preciso momento, aún sabiendo que eras tú. Tarde por no llenat esos instantes vacíos.

Solo tú, fuiste ella. Ella que casi desarma todas mis armaduras. Ella, la mujer que fue capaz de hacerme enloquecer, solo con voltear tu bonita cara y matarme con una mirada felina, diabólica y angelical a la vez. Ella que esperó, sin obtener ninguna respuesta. Ella que siempre fue, y estuvo sin estar, hasta el último segundo de vida.

A punto de emprender un viaje hacia lo desconocido, hacia el más allá; ahora desgraciadamente,  me atrevo a descifrar el mensaje de  mi propio corazón. Un corazón que ha vivido a galopes y contracorrientes del ego. Del falso yo. Ahora que me voy para siempre, saco a pasear mi alma, como si fuera mi mayor y preciada mascota. Como si yo no hubiera sido alma y aire puro. Ahora, a poco de partir y cerrar mis ojos eternamente, estos ojos que brillan, pero no de felicidad, sino de tristeza y de lágrimas sin esperanzas, ahora, me sincero contigo. Me sincero conmigo mismo.

Me armo de valor, aquél valor que nunca tuve por tenerte y porque me tuvieras. El valor para amarte cada uno de mis días. Ese valor que desapareció como una cortina de humo en la que sopla la brisa del mar. Me armo de valor para decir al mundo, a la mujer y amor de mi vida, pero sobre todo a mí mismo, que la vida es vivida por los valientes. Es vivida por quiénes caminan sin miedos, aún teniéndolos, siguen y viven con el alma al descubierto. Es vivida esta vida, por todos aquellos que no temen al dolor, aún sabiendo que tendrán que recoger en muchas ocasiones, los miles de pedacitos rotos de sus corazones. Vivida por aquellos que con su sangre, borran los charcos de lágrimas de otras personas. Esta vida es vivida en su plenitud y grandeza, por todas y cada una de las almas que lloran y se vuelven a levantar. Sin escudos, sin máscaras, sin armaduras, sin etiquetas…

Siempre te tuve sin tenerte.  Espero mi penitencia en las últimas horas que me quedan por vivir, crucificado y apuñalando el alma. Con todo lo que pude llegar a expresarte en su momento y ahora, cuando no puedo hacer nada por mi rendición y muerte, me desangro el corazón.

Solo quería decirte, como hace muchos años debí hacerlo, que solo tú, has sido el amor de mi vida. Espero que algún día me llegues a perdonar. Espero que algún día, sea el hombre que ahora siento que podría haber sido. No sé en que vida, pero espero que mi amor sea mayor, que la cadena perpetua de mis miedos.

Fdo.

El Miedo