Lo que podemos aprender de maruv y su bloqueo eurovisivo

Publicado el 04 marzo 2019 por Abvec @abvec



Al momento de conocerse que Maruv con su propuesta "Siren Song" triunfó en la preselección ucraniana dio de que hablar. Su performance es un gran añadido a la canción y le impregna una atmósfera especial: rebelde, reivindicativa, empoderada y segura. La polémica se ha encendido luego de presentar su tema, Jamala (ganadora de Eurovisión 2016 representando a Ucrania) le pregunta a Maruv sobre Crimea, más específicamente si pertenece a Rusia o Ucrania. La respuesta de Maruv fue dada con un poco de nerviosismo y aunque afirmó que pertenece a Ucrania, fue su lenguaje corporal y la forma como respondió las que encendieron las alarmas en un grupo nacionalista y patriótico que no permite expresiones dubitativas sobre la potestad de Ucrania sobre Crimea. Pero la alarma va más allá, y es que Maruv (al igual que otros artistas ucranianos) acostumbra a dar conciertos en Rusia, algo que ahora es visto como problemático e inconveniente para los intereses ucranianos. Pero y después de todo esto, ¿no se asume que Eurovisión es música y no política? pareciese que ese designio nunca se cumple. Un festival de canciones que más que eso, a veces parece evento de conflicto de intereses, divisiones estatales y reputación gubernamental.


Aunque nos digan una y otra vez que lo uno no tiene (o no debería) que ver con lo otro, en la práctica la realidad es otra. Cada año la política permea el certamen europeo de la canción y pareciese ser parte natural de su esquema, de su conformación más interna. Aunque las canciones presentadas no deben hacer alegoría al rubro político y el mucho cuidado en las representaciones en pleno escenario es una constante, parece que este es un dilema de nunca acabar. ¿Hasta que punto es correcto quitarle a un artista el deseo de ser el abanderado de su país luego de ganar limpiamente su evento nacional por su inseguridad al responder un cuestionamiento sobre un hecho latente y controvertido?Es válido mencionar que un artista que va por un país a un evento como Eurovisión debe hacerlo con la convicción de dejar en lo más alto a su bandera, pero también por hacer un trabajo excelente que le permita proseguir una carrera post-eurovisiva a nivel internacional, representando más que un país, así mismo, a su estilo y a la música como arte que está por encima de nacionalidades, quizás esta haya sido la razón por la que Maruv respondió con esa expresión en su rostro. Ama a Ucrania pero puede dar conciertos en Rusia obviando la disputa entre ambos países. La música finalmente está para unir, mas no para separar, ese es uno de los pilares sobre los que el festival se creó, pero aun hoy, luego de más de 60 años de existencia los intereses no precisamente artísticos siguen nublando el espíritu eurovisivo.Mucha gente crítica a Jamala por hacer esa pregunta, en ese preciso momento, en televisión abierta nacional y en un contexto como el actual. No sabemos si preguntó con mala intención para hacer quedar mal a Maruv, o se trata de una coincidencia de la vida, pero su interrogante ha sido la cereza del pastel, la causante de toda esta vorágine que ha hecho que Ucrania haya colocado un exigente contrato con diversas clausulas que coartaron a Maruv a negarse. No solo la obligaban a no hablar del tema en entrevistas, le quitaban derechos de la canción y obligaban a alinearse al plan de la cadena ucraniana. Hay que entender que los contratos a ser firmados por los representantes en esta instancia son comunes y deben hacerse, pero el presentado a Maruv no solo era exagerado, sino que además tenia particularidades que por poco le quitan su identidad artística y que se intuye venia con una intención de fondo, el hacer que no firmara. Se pensó en otorgar entonces el cupo al segundo lugar pero al no lograr acuerdo finalmente el país ha decidido retirarse este año del concurso. Podemos aprender de esto que el elemento gubernativo sigue trastocando un encuentro anual musical en el que los intereses no siempre van ligados a una canción, de hecho esta es la excusa para un proselitismo altisonante y que desdibuja el buen carácter unificador y positivo del festival. Con Maruv no solo parece que la han hecho renunciar sino que además el objetivo ucraniano es a través de todas las estrategias posibles ser un contrincante visible ante el gigante transcontinental. El veto claramente político que se la hecho a esta joven de 27 años sigue la estela de un pasado en común que habla por ejemplo de aquel 2016 en el que Jamala ganaba con "1944" canción en la que aclaraba que no hablaba netamente de un conflicto, más si de una realidad por la que había pasado su pueblo y del que su abuela le contaba desde pequeña. Por supuesto que había una delgada linea entre lo uno y lo otro. Al llegar Eurovisión 2018 en suelo de los ucranianos, Rusia envío a una artista con discapacidad. Para muchos fue una provocación debido a que tenia prohibida la entrada a Ucrania, finalmente no pudo participar y el debate siguió abierto, la misma artista pudo participar un año después, es decir, en Eurovisión 2018 en Portugal. De manera que estamos ante una discordia de vieja, o por lo menos, media data, en la que mucho puedo seguir pasando y no sabemos cuando acabe, por ahora, sigue la expectación, pero vemos que ese sentir que tanto escuchamos como el "somos uno", "construyendo puentes", "vamos juntos", "celebremos la diversidad", y "todos a bordo" pasan a un segundo plano, cuando no se cumplen en la realidad. Quizás esos eslóganes sean utopicos, quieren hacer mención a una perfección inexistente y a un idealismo que por ahora no se hace efectivo.Preocupa de manera sustancial que la función social de esta fiesta europea no esté teniendo una acogida general. Algo que llama a la unión no debería hacer lo contrario, no debería potenciar odios, resquemores y conflictos. Pero cierto es que en buena parte esta consigna nos ha ilusionado con benévolas aspiraciones de un mundo mejor en el que la música es una esperanza que puede cambiar las cosas. Aunque vemos sucesos como los de Rusia y Ucrania o Armenia y Azerbaiyán y esa esperanza se ve lejana.