Muchas son las acciones que llevamos a cabo y que, indirectamente, perjudican muy seriamente a nuestro planeta y a nuestra propia especie.
Vivimos en el Primer Mundo, un mundo de consumismo, un mundo de gastos innecesarios, una vida acelerada... Unos con mucho y otros con tan poco...
Desde que nacemos vamos aprendiendo lo que son las prioridades, y lo anteponemos ante todo. Pero cuando son cubiertas esas necesidades, entonces recurrimos a lo que no necesitamos para hacer nuestra vida más fácil. Claro está que al final acabamos dependiendo de ello.
Me miro a mi mismo y pienso en todas las cosas que tengo y que, en realidad, cuando no las tenía seguía siendo feliz.
Tengo un ordenador, un Ipod, un móvil... Pero,¿realmente me son necesarias esas cosas?
Hay millones de personas que tienen que vivir con menos de 1 euro al día y son capaces de recorrer cientos de kilómetros a pie, para dar de beber a su familia agua potable.
Nunca lo había pensado, ya que yo sólo tengo que mover una palanca y de ahí saldrá agua potable y fresca. Sí, he tenido mucha suerte.
Pero ¿hasta que punto nuestras acciones afectan a los del Tercer Mundo?
Hablemos de un ejemplo que está a la orden del día.
El Coltán es una mezcla de dos minerales (columbita y tantalita) que se utiliza en la industria de las telecomunicaciones y es base fundamental de todo el progreso y el avance de la industria electrónica.
Su importancia se debe a que se le atribuye el origen de las guerras étnicas de África Central, que ya han causado más de cinco millones de muertos.
Este material tiene un extraordinario valor por sus preciadas propiedades.
La superconductividad (capaz de soportar temperaturas muy elevadas, se funde a 2996ºC), su capacidad para almacenar carga eléctrica temporal y liberarla cuando se necesita, y su alta resistencia a la corrosión, lo han convertido en un material imprescindible para la fabricación y miniaturización de condensadores para teléfonos móviles, ordenadores, pantallas, sistemas GPS...
El problema es que el 80% de las reservas mundiales se encuentran en la República Democrática del Congo, seguida de Australia con un 10% y de Tailandia y Brasil con un 5% cada uno.
Esta ha sido la causa de la explotación infantil en el Congo, estimándose que por cada kilo de coltán han muerto entre dos y tres niños.
Según los últimos datos ofrecidos por el Gobierno Congoleño, en 2007 se exportaron cerca de 428 toneladas de coltán de la región de Kivu.
Hagan cuentas, es escalofriante.
Sin olvidar el gran impacto ambiental que surge de la extracción de estos minerales.
Sin ir más lejos, el Congo alberga, después del Amazonas, el segundo pulmón mas grande del mundo, con 100 millones de hectáreas de selva y el 70% del agua dulce de África.
Pero la deforestación es inevitable, ya que necesitan mucha madera para "acomodar" la extracción de estos minerales a los mineros.
A ello se le suma la contaminación de las corrientes con el limo procedente de procesos de lavado.
Todo un desastre con un único objetivo. Hacernos la vida más fácil.
El reciclaje sería una buena opción si no fuera tan caro y contaminante.
Pues sí, esto es todo lo que hay detrás de nuestros teléfonos móviles y diferentes productos que compramos por puro placer.
Me podrás decir que no lo quieres ver, que prefieres mirar hacia otro lado (ojos que no ven, corazón que no siente), pero no me podrás negar que podemos hacer algo.
Es cierto que la mayoría de nosotros no tenemos la capacidad de poder llegar a estos países y ayudarlos directamente, pero sí que podemos reducir el consumo de cosas que verdaderamente son imprescindibles.
Hay una frase (que ya la puse anteriormente en otro artículo de este blog) de un hombre al que admiro por todo lo que hizo, ese es Ghandi.
"Vive más sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir"
Un saludo.
Pablo Escribano.