Durante esta productiva gestión se han conocido a fondo, discutido y votado cientos de proyectos y convenios del más alto y favorable interés nacional, tales como el Código Civil, el Código Procesal Penal, el Código del Menor, la Ley de Administración Pública, la Ley de Salarios, y muchos más.
También, Abel Martínez, durante su diestro ejercicio al frente del hemiciclo, ha impregnado de mayor celeridad los procesos, ha creado un ambiente laboral óptimo y agradable y goza del respaldo mayoritario de la matrícula de la Cámara de Diputados.
Lamentablemente y debido a coyunturas políticas que muchas veces olvidan considerar el bien común, han surgido algunas voces pidiendo “negociaciones” en las que se incluya como premio o moneda de cambio la presidencia de la Cámara, en desmedro por supuesto de la continuidad de una gestión limpia, sin escándalos y por ende beneficiosa para el país.
Sin embargo, ponerse a inventar con algo nuevo no sólo podría echar por la borda todos los avances logrados, sino que además sería abrir la puerta a la involución y a la posibilidad de regresar al oportunismo aquél en que cualquier proyecto de ley importante costaba dinero.
Abel Martínez debe quedarse en la presidencia de la Cámara de Diputados, porque lo que va bien no se arregla.