Las acampadas son un gran sitio de organización, de aprendizaje, de concienciación y de visualización de ideas, pero las plazas no son un fin en sí mismo, sino un foco para que la lucha se extienda más allá de sus límites. En varias ciudades, como Madrid y Barcelona, ya se ha dado un paso que puede ser clave: proyectar asambleas y acciones en los barrios. Esto permite llevar el mensaje del movimiento a mucha más gente y que mucha más gente se pueda involucrar en él, con asambleas en las que se puede trabajar y participar más activamente.
La extensión geográfica ayuda a tener un apoyo social para mantener las acampadas en pie. Aún así, debemos saber que las ocupaciones de las plazas, las concentraciones y las caceroladas no tienen una fuerza material que presione a los poderes más allá de su simbolismo y de sus mensajes. Es por esto, que además de mantener las acampadas se debe buscar repercusión en la economía, ya que esta es la mejor manera de que se nos escuche.
En la economía encontramos el punto débil del sistema capitalista. Los poderosos insisten en que los jefes son quienes hacen que las cosas funcionen. Pero todo lo que existe y valoramos en la sociedad actual es producto del trabajo. Si los trabajadores y las trabajadoras dejan de trabajar el sistema se para. Hace falta pues, trasladar la energía de las acampadas a los sitios de trabajo, donde la clase trabajadora produce todo aquello que el sistema necesita para acumular vorazmente más y más beneficios. Si se consiguen generalizar las asambleas de las plazas hacia asambleas en los sitos de trabajo, si se logra que las concentraciones en la calle se transformen en huelgas, se habrá dado un paso de gigante. La enorme energía, valentía y creatividad demostrada en las acampadas necesita confluir con la gran fuerza material que tiene la clase trabajadora.
Otro aspecto a tener en cuenta es que hay organizaciones anticapitalistas, que no tienen ninguna pretensión de conseguir los cambios a través de las instituciones, organizaciones que están participando de forma honesta en el movimiento actual, aportando su experiencia al mismo tiempo que aprendiendo en él. Negar el papel de estas organizaciones en el movimiento no ayuda a construirlo. El movimiento actual plantea numerosos retos que van a aumentar si continúa creciendo. Es vital avanzar en los debates estratégicos, al mismo tiempo que organizarse y ser muy cuidadoso a la hora de canalizar la ayuda que otras organizaciones puedan aportar.
Por último es muy importante pensar en el movimiento actual más allá de los primeros días y plantear aquellas alternativas que permitan fortalecerlo al máximo y, al mismo tiempo, ganar algunas victorias que lo mantengan. Esto implica estrategias: ¿Qué hacemos para parar los recortes sociales? ¿Qué tipo de movilizaciones hacen daño al sistema? ¿Cómo conseguimos pasar de un movimiento de decenas de miles de personas a centenares de miles o millones? Si bien las acampadas tienen todavía la enorme energía de su fase inicial, hace falta plantearse este tipo de cuestiones para continuar cuando se modere este impulso.